José Afonso | Aveiro 1929 – Setúbal 1987

José Afonso influenciou para sempre a música e a cultura portuguesas. Compositor multifacetado, percorreu no seu repertório diversas áreas musicais, das baladas de Coimbra à música tradicional, tendo também feito música para teatro. É, sem dúvida, uma referência incontornável da música portuguesa na segunda metade do século XX. Hoje, a sua obra musical continua a dar frutos e a influenciar as novas gerações.

José Afonso foi também um importante poeta. A austríaca Elfriede Engelmayer sustentou que é um dos maiores poetas portugueses e o facto de não aparecer nas antologias de poesia portuguesa do século XX deve-se a uma indiferença intencional: «Tem a ver com a sua imagem. Porque um cantor não tem a ver com literatura e porque foi uma pessoa com opções marcadamente políticas», afirma a docente de Coimbra.

«Zeca» é admirado também pela sua personalidade e forma de estar na vida: «Admito que a revolução seja uma utopia, mas no meu dia-a-dia procuro comportar-me como se ela fosse tangível. Continuo a pensar que devemos lutar onde exista opressão, seja a que nível for».

Foi um homem solidário, movido por causas e ideais que lhe pareciam justos. Um ser humano que vivia movido por uma utopia e que nunca parou muito tempo no mesmo lugar. Um dia disse de si próprio: «Alguma coisa do que sou e fui foi em viagem».



Outra voz

Outra voz outra garganta
Outra mão que se estende à que tombara
uma fagulha num palheiro acesa
Ó meus irmãos a luta já não pára


Escrito na prisão de Caxias



Calai o Cantochão

Calai o Cantochão
diz o amigo sapo
farto de ser trapo
e em toda a parte se ouvia
um coaxar que afligia
mas então
para matar a peçonha
há que perder a vergonha
e à noite
pela lua cheia
chora a galinha do mato
farta de ser freira


Escrito na prisão de Caxias






A mão entre o crepitar

A mão entre o crepitar
de prata em forma de cunha
fez o formato da cara
mas não são bolas de pão
são pedacinhos de queijo
que as ratas buscam e cheiram
na minha imaginação
não lhes peçam mais casulos
com esse olhar de cereja
sejamos bichos avaros
deitemos fora o cotão
dos pedacinhos de queijo
nascem bolas de sabão.


Escrito na prisão de Caxias





Desta canção que apeteço

Desta canção que apeteço
à espera do Maio ido
chega-me agora um trinado
do outro lado do rio

Quisera ser rio ou ave
cair no chão que estremeço
para cantar à vontade
esta canção que apeteço

Esta canção a meu gosto
vinda pela madrugada
sai da garganta da gente
aos magotes pela estrada.


Escrito na prisão de Caxias, 16 de Maio de 1973



A falinha mansa

A falinha mansa
do homem do olho pardo
é um subúrbio de valsa
nada indica de que lado
sopra o vento ou o contrário
digo: bom dia leopardo!
Torno-me bom camiseiro
mas a pupila do homem
é melhor que um faroleiro.

Um minuto por engano
porta vestida de pano

Escrito na prisão de Caxias



Casa de Zeca Afonso (Coimbra)
https://cancioneirodaresistencia.wordpress.com/

Miquel Ricart Palau | Barcelona (España)

     La ontología existencial de la que está impregnada el pensamiento filosófico y poético de Miquel Ricart, remite al carácter central, céntrico y radical, del límite y del ser del límite. En particular, la experiencia emocional y sentimental que se manifiesta en sus poemas revela un modo de ser o estar entre el ser y la nada. Así que en los versos de este autor se puede advertir la presencia de ese límite, el carácter de frágil línea sobre la cual se traza la propia aventura de vida a partir de la angustia existencial. Esta última debe ser comprendida también desde ese límite, desde una existencia siempre amenazada y siempre emplazada en relación con un fin una y otra vez aplazado. Es como si el autor se sintiera sumido a cada instante en medio de la frágil dialéctica que existe entre el ser y la nada y entre el ser y el sentido, en dirección irremediable hacia el absurdo. 
Acaso la emoción puede ser el medio a través del cual se puede llegar a documentar ese límite y lo que se halla más allá de este. El sentimiento y la emoción pueden hacernos vislumbrar la matriz de la existencia misma para conducirnos en la trayectoria inequívoca que lleva hacia el principio matricial del que se procede y, de esta manera, alcanzar una unión pura y efusiva con ese principio. Sin embargo, sentimiento y emoción mantienen vínculos inseparables con la razón (razón del límite). De hecho, estas categorías se incluyen mutuamente, se superponen en cierto modo. Aun así, con la investidura de la razón el mundo ya no puede ser una simple ordenación del caos primigenio. Y en relación con ese mundo investido de razón, aparece el límite ontológico que discrimina el ser de la nada, la separación de la existencia de la matriz. Por este motivo reaparece el asombro que pregunta por el fundamento de ese precario sentido que se juega en la frontera del sin sentido. En otras palabras, hay una reapertura hacia la trascendencia. Acaso de ahí deriva la exigencia de querer acceder al misterio de la trascendencia que se deja adivinar allende el límite. Un misterio que puede postularse como matriz que falta para dar razón potencial del existir.
Sin distanciarnos mucho de la perspectiva ontológica, la poesía de Ricart puede ser interpretada también como medio que ofrece algunos elementos hermenéuticos personales que sirven para indicar cómo la poesía puede reflejar el empobrecimiento de la época actual y nos invita a salir del mundo interior fetichizado donde se origina su alienación.


Ante la manifestación de la existencia,


Sí claro, los ríos bajaban llenos de sangre.
Abierto en canal, en dos mitades latentes,
me desangraba a chorros
mientras mi sangre, a mi sudor unida,
formaba una sustancia nueva que provenía del amor.
Al mirarme las manos, y verlas también llenas de sangre,
por entre mis músculos busqué mis vísceras,
y las encontré desangradas por tu amor renacido.
Para conseguir humedad
me quedé quieto, ya no muy lúcido,
y las partes más desconocidas de mi cuerpo, a mi ruego,
segregaban linfa y líquidos amarantos.
Sí claro, la noche escondía
el color rojo de la sangre;
pero yo no podía ya desangrarme más,
porque mis manos ya dudaban,
porque todo se enturbiaba,
porque me faltaba tu presencia,
porque al no estar tú
para que quería yo la sangre,
sino era para multiplicarte, para revivirte,
para acrecentar en ti mi recuerdo,
para estar ahí, a tu lado, junto a ti,
terreno de secano bajo tus ojos.


[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]

Como todo forma parte
de un mismo misterio,
y no pudiendo decir la verdad
sin verterme en el vacío,
me he encontrado como un ave parada en pleno vuelo,
con las alas perladas
de ese estupor que nos detiene en vilo,
mientras la voz también se detiene, y se derrumba,
entre tanto misterio que se calla.
Y a quién pregunto,
si las respuestas se abren llenas de duda,
y a quién solicito certezas, si en cuanto surgen se abren
lanzando gritos de muerte...


[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]

Cuando muera el hombre solitario,
le saldrá agua antigua del pecho:
su delgadez, sus ojos tristes...
Cuando muera el hombre puro
le correrán aguas espesas por las ingles;
su ingenuidad, el velo espeso...
Cuando muera el hombre dolorido
le manará noche del vientre
y un remanso de agua tibia
remontará los cauces más resecos...


[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]

No era fácil, no,
levantarse y echarse a andar,
con los ojos arrasados de lágrimas:
entonces sí, la oscuridad golpeaba mi soledad
con un grave ruido de tambores
que retumbaban en la línea de mi corazón.
No era fácil, y que digo la verdad
lo prueba aquel silencio
que se deslizaba en la penumbra.
No era fácil, qué va,
continuar qué sé yo hacia dónde:
¿por el sordo laberinto de mis cálidas vísceras?
¿resbalando sobre mis ácidos flamígeros?
Hacia ningún sitio,
aturdido en la acera,
no era fácil seguir a mis propios pasos cansados,
seguirme a mí mismo
desde la acera
hacia el interior de la noche...



[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]

Una luz de Poniente
me preguntaba si vendrías.
Ráfagas del viento del Norte
se llevaron la respuesta.


[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]

No como aquel tiempo de entonces.
No. Como aquél no.
Debías tener las manos juntas.
Y los ojos cerrados.
Pero yo te llamaba por tu nombre verdadero.
¿Te acuerdas?
En mí, tu yo se repetía.
Como poniendo la mano plana sobre el agua quieta.
Nunca como aquel tiempo de entonces.
No. Vencidos nunca más.


[ de Miquel Ricart, www.miquelricart.net ]