No vive ya nadie…
—No vive ya nadie en la casa –me dices–; todos se han ido. La
sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda,
pues que todos han partido.
Y yo te digo: cuando alguien se va, alguien queda. El punto por
donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de
soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.
Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus mu-
ros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene
al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan
a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tum-
ba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una
tumba. Solo que la casa se nutre de la vida del hombre. Por eso la
primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.
Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han
quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino
ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino
que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la
casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que
continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo.
Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que
continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las ne-
gaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo
que continúa en la casa, es el sujeto del acto.
CÉSAR VALLEJO
Con este poema enigmático que el poeta peruano César Vallejo escribió entre 1923 y 1929, el profesor José Pérez ha querido introducirnos en su libro: La casa de los poetas (2020). La antología de poetas venezolanos que su autor se propone hacernos conocer nos introduce en una dimensión de sombras que «continúan por la casa». Son todas figuras suspendidas, que habitan dentro de los espacios domésticos de la morada y de ahí deriva – de su permanencia en una zona de liminar suspensión – su carga evocadora. Un lugar poblado por los fantasmas y las presencias remotas de la poesía, en la que alguna vez se dieron muestras de galantería o se contaron historias. Metáfora de una poesía levantada en tierra de nadie, en la que la rêverie se manifiesta siempre intensa, es el lugar en el que la memoria y el recuerdo dejan al descubierto las vivencias de un pasado próximo que ya hemos olvidado.
[ José Pérez, La casa de los poetas, Caracas, Fundación editorial el perro y la rana, 2020 ]
Casa de William Osuna Este muro con retratos de mariposas y lagartos Este muro atravesado de balas de media noche Este muro de mi ciudad llameante en los cuatro lados es mi casa es mi sueño juguete para mirarme junto a todos los pájaros Es siempre la patria mía Aquel otro muro fue la voz de mi padre el joven José Luis Osuna el andino el infinito con vientos de amanecer tomando cervezas frías sentado junto a mi abuela mi amada Vicenta Cecilia Tal vez después de la ebriedad hubo un compadre abatido quizás vidrios en el suelo la piel sobre la acera cicatriz de las camorras y no hablemos de las culebras Aquellos muros lejanos son poemas de mi infancia mis liceos mis guitarras los lomos de mi casa vieja mi ciudad mi río patético Mi Guaire al fin (Se me ocurre que es mi familia que es mi padre rural y mi palabra lo limpia) En lo profundo sabe que es la conciencia de mi ciudad y por eso somos la carne y la uña ciclotímicos y politonales yo enamorado de él y él de la quebrada de Catuche ¡Ah burrito tan bribón! Río manso que te vas llevando siempre tu flor de amaranto Estos muros estas casas pobres estos sentires fueron mis primeros versos mi corraleja de solitario de rebelde en ejercicio tan desmesurado el pelo la risa tan familia tan locura tan William yo tan Osuna (como mi nombre) como si fuese un poeta un buen poeta Quienes visitan mi casa desde las provincias amadas desde las penas los soñadores los lejanos invisibles desde los buscadores de fortunas saben que ha crecido esta casa se multiplica se sube al cerro se viene abajo con las vaguadas se erige en nuevas torres se oculta en la noche juega al sol juega al combate juega con la mujer desnuda juega en el bar y la tasca juega con el estadio lleno la algarabía la rocola el rock de todos los tiempos los divinos tesoros salsas merengues cigarro Al fondo de La Candelaria miro a los sesentones miro a los [hippies cantando con mis john lennons en plural como debe ser jugando con mis bates de béisbol huyendo de la recluta huyendo de las diásporas porque un tombo nos quita cédulas nos quita todo quedándonos indocumentados casi hasta la vejez Quienes ponen los pies en esta casa tan grande dicen que William se volvió loco del Cementerio no sale Santa Rosalía es su capilla ardiente allá en la calle 14 su pelo se pone blanco como si el oficio del pelo fuera no mutar nunca pero me robo la goma a la nada le caigo a tiros por eso mis nueve hermanos creyeron siempre que yo sería el predestinado el hijo pródigo de la familia y sigo sin entenderlo porque era una jodedera del Negro de José Luis (hoy en el cielo mirándome) de Henry también Marbella lo mismo que de Maigualida de Miriam y de María tantos hermanos y hermanas que cuando jugábamos [al escondite el barrio era todo nuestro y ya no cabía más nadie o el sagaz de José Gregorio encompinchado con Daniel y con [Moraima son todos un paraíso que bulle siempre en mi sangre En una esquina mi madre me arriaba para la escuela leyéndome la cartilla el ABC de las lágrimas siempre la mamá de uno pero a Lucky lo dejaban mearse entre los rincones ladraba cuanto quería se pasaba para otros patios levantaba el rabo en el aire (Recuerdo que un día escribí: Mi casa volaba de un sitio a otro y era su brillo en la noche del barrio como piel de uva. Entre las telarañas de un país, sobre los días que abarca mi memoria, andaba mi casa errante por el eco de unas [piedras) En otra esquina un viejo pana creía matar serpientes machacando tripas de bicicleta con un garrote en la mano con el alma confundida por una caligüeva sentimental Otra esquina más allá veo a mi novia Maricarme pero la piropea un zorro y le caigo a coscorrones y aunque salgo bien pirao igual me cogen tres puntos mi amada se queda conmigo ella me picha una recta con la dulzura de sus ojos y le doy un beso con flores y me la llevo de trofeo Yo le hablé del Magallanes de La Billo’s de Sadel de Los Panchos Feliciano del gran Héctor Lavoe En caballos de hojalata nos vamos para los llanos viendo las garzas señeras y el estero de Camaguán como los médanos de Coro también el Santo Domingo igual que cuando buscaba de niño mi río Orinoco como si acaso la selva nos ocultara un misterio del pájaro amarillo de la candela del sol como la sal cristalina de aquellas tierras de Araya como el galerón oriental sobre la espuma marina como Chelías Villarroel entonando una malagueña y de ese viaje nacieron nuestros tres hijos queridos –María Emilia, Diego y Santiago y un pimpollito precioso mi nieta Irene Sofía– Como mi padre decía que una casa somos nosotros igual llegaron los libros hablando dentro de la casa como hormigas atómicas con afiches con retratos discos de pasta y otros discos de acetato tangueros y boleristas rocanroles y rancheras con mi Inquieto Anacobero mi Daniel Santos querido con mi Gardel aquel Felipe Pirela mi Bob Dylan o Los Beatles mis Rolling Stones mi Joplin mi Jimmy Hendrix mi Marilyn [Monroe mi Buddy Holly Johnny Burnette o mi Elvis Presley mi Jack Kerouac Allen Ginsberg mi generación Beat y cuántas [más Mi Mao Tse Tung mi Eliot mi Kafka mi Proust mi Whitman mi John Donne en fin Mi Chino [Valera Mora Un día Nicanor Parra se agarró de mis brazos y no me soltó más nunca Si la casa donde nací fue alguna cumbre de estopas la Oración que me hice fue bravura y rebeldía para pelear por los míos hasta con el enano verde calle que sube a la luna tanto hablar nací por eso Cada tarde salgo a pie pateando sin gasolina sin arranque sin [cauchos lisos los muros de antes y ahora yendo de arriba abajo y viajo de abajo a arriba mirando lo que ya he sido mis espejos mis vacíos mi luz roja mi bandera girasol cielo y tomate sus ojos como mis puertas y llego hasta la cantina y visito a los amigos deambulo como la bruma que el Ávila manda hasta aquí Solo cielos solo cielos en las esquinas de Viento a Pinto como en los vientos de ayer Y ya nunca salgo de aquí