Eurozona, mon amour (GOG Studio)

La sempre maggiore difficoltà in cui si incontra il capitalismo nel mantenere in vita i propri valori attraverso una cultura, un’arte e scelte politiche ormai superate, anche quando le voleva presentare come “moderne”, ha coinvolto anche la rappresentanza del potere politico (i parlamenti, i governi e gli stati nazionali), togliendole qualsiasi valore effettivo e trasformandolo in mera ed appassita funzione del capitale finanziario sovranazionale. Liquidati definitivamente non dalla rivoluzione proletaria, ma dalla globalizzazione che ha dimostrato l’inutilità dei confini e delle separazioni nazionalistiche, gli stati sono diventati l’espressione e il progetto del modo di produzione della merce nel mondo, divenuto il mondo della merce.

Con l’inasprirsi delle crisi politiche neoliberiste e l’assestamento della crescita cinese, anche la New Economy, insieme alla politica estera unilateralista inaugurata dagli Stati Uniti all’alba degli anni Duemila, ha mostrato il carattere effimero della cura ultraliberale. È molto plausibile che l’emergere delle contraddizioni sociali giocheranno un ruolo decisivo nel plasmare la transizione in corso verso il nuovo ordine mondiale che emergerà dall’incombente caos sistemico.

Testi | Gog Studio | Immagini | Andrej Chinappi | Voce | Hube
Url: https://www.youtube.com/watch?v=F84UjIpjxA8

CARLO ROSSELLI 1883 | 1937

Crediti: Archivio Aicvas

Carlo Rosselli hoy


Carlo Rosselli (1889 - 1937), conocido en Italia como el teórico del «Socialismo Liberal» y fundador del movimiento político antifascista Giustizia e Libertà (1929), fue un agudo teórico de la oposición socialista liberal contra el régimen de Mussolini. Sus reflexiones gravitaron en torno a los problemas del revisionismo marxista y la socialdemocracia, lo que le llevó a comprometerse con los fundamentos morales de su propio socialismo liberal. Un ejemplo de polémica poco
constructiva fue la que años más tarde (1931), entabló el dirigente del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliatti. A partir de su férrea orientación comunista, veía en el socialismo liberal de Rosselli una simple "mistificación", una colección de ideas carentes de fundamento académico y plagadas de "prosopopeyas insoportables". Para el líder comunista, Rosselli no era más que un "pequeño burgués presuntuoso", incapaz de comprender la realidad de la clase trabajadora, debido a que lo consideraba condicionado por sus vínculos con las élites dominantes.

Sin embargo, los escritos de Rosselli se distinguen por tener un estilo conciso; su empeño se focaliza en los nudos que era preciso desatar en la cultura política europea de la época y, más tarde, en los de carácter ideológico y organizativo que planteaban la participación al Frente español. Los textos que aquí se ofrecen, además, ponen de relieve una evolución del pensamiento a veces tensa, a veces certera; cada uno de ellos parece escrito para hacer el balance de un planteamiento e ir más adelante. Por este motivo, mencionar brevemente algunas
líneas generales de interés puede ser quizás de alguna utilidad para comprender también la situación en la que nos encontramos en el avanzado siglo XXI.

En su juventud Carlo Roselli participó activamente en los debates políticos que animaron los
diversos periódicos progresistas de las primeras décadas del siglo pasado, como «Critica Sociale», «Rivoluzione liberale» y la hoja clandestina que contribuyó a publicar junto con su hermano Nello Rosselli, «Non mollare!» En particular, se pueden apreciar sus intervenciones
aparecidas en la importante publicación periódica del neomarxismo italiano de ese período, «Quarto Stato», donde emerge la imagen de un Rosselli internacionalista. Aunque políticamente muy próximo a la corriente política de izquierdas, los artículos que publicó en la prensa de su movimiento revelaron su capacidad de análisis, así como su habilidad para indicar perspectivas
de acción, en una situación que veía al antifascismo italiano en el extranjero en buena parte paralizado e inerte y, por lo que respecta a los comunistas, condicionado por la evolución de la situación política y el papel dominante ejercido por el Partido Comunista soviético sobre toda la
política de la Tercera Internacional.

Como se mencionaba, es posible leer en la inquietud de aquellos años algunos rasgos similares al
presente que estamos viviendo, cuya situación desde hace tiempo es crítica y se encamina hacia desenlaces cada vez más trágicos. Basta un mínimo de atención para comprender que las reflexiones de Carlo Rosselli sobre el peligro del totalitarismo pueden seguir siendo indispensables para orientarnos más allá de los fantasmas pasados de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial, ya que, a diferencia del pasado, poseemos mayores capacidades cognoscitivas para comprender cuales fuerzas están en juego en el tablero internacional actual y los peligros que representan para todos nosotros.

Desplazando la mirada a distintas épocas y contextos, la literatura ofrece una abundante producción de obras centradas en el tema de la guerra. Entre las innumerables obras dedicadas a este argumento, una en particular llama la atención. Nos referimos a la recopilación de proverbios grecolatinos publicada por el humanista Erasmo de Rotterdam en 1500 y que tiene por título Adagios del poder y de la guerra y teoría del adagio. En esta obra el autor denuncia la combinación antinatural que existe entre el capitalismo y los conflictos. En otras palabras, el filósofo renacentista, a través de sus reflexiones sobre la guerra y la naturaleza humana, pone de relieve la profunda contradicción entre la esencia humana y la violencia de la guerra. Erasmo
cuestiona un dilema fundamental: ¿puede justificarse en algún momento la guerra? ¿Puede considerarse la violencia un medio aceptable para alcanzar un fin? Con argumentos lúcidos y convincentes, Erasmo polemiza con la idea misma de la «guerra justa». Sostiene que la
violencia, en sí misma, es intrínsecamente nefasta y nunca puede justificarse, independientemente de sus supuestos fines. Subraya el absurdo y la hipocresía de quienes se apelan a la guerra en nombre de una causa superior, afirmando que la brutalidad y el sufrimiento que conlleva nunca pueden ser compensados por ningún ideal, por muy noble que parezca. También denuncia los intereses egoístas y el deseo de poder que a menudo se esconden tras las declaraciones de guerra. Los poderosos, afirma, explotan la retórica patriótica y religiosa para
manipular a las masas y perseguir sus propios objetivos personales, con el consiguiente atropello de los derechos y las vidas de inocentes.

Aunque no expresado de modo explícito, lo que se quería hacer notar en el apartado anterior es que no solo el totalitarismo sino que también la guerra se ha convertido en la triste realidad de nuestro tiempo, normalizada y enmascarada por una engañosa retórica pacifista. Esta normalización es la explicitación de la guerra cotidiana que soportamos en silencio. Es como un
estado de ánimo que impregna inadvertidamente los gestos y las palabras de la vida cotidiana, con la lentitud suficiente para que los afectados por ella avancen imperceptiblemente hacia la aceptación y el asentimiento de una forma de ser que hace algún tiempo habría parecido impensable e inaceptable. Una forma de ser que se identifica con la civilización consumista que, como los caducos regímenes nazi-fascistas, se cimienta en una institucionalización de la moral ultraliberal que la expone al riesgo del colapso.

Actualmente vivimos en un mundo dominado por profundas divisiones entre los Estados y cualquier comunidad que promueva el diálogo y la colaboración es vista como una amenaza. Lo que hace aún más aterradora nuestra época es la presencia, en la cúspide del poder decisional mundial, de individuos irracionales y nihilistas, que juegan con el destino de la humanidad sin
ningún sentido de responsabilidad. A esta situación hay que añadir aún otra, es decir, las consecuencias de la guerra no terminan con el fin del conflicto, sino que perduran en el tiempo, generando nuevos focos de violencia y dolor. Los tratados de paz, a menudo ilusorios, no logran cicatrizar las profundas heridas que causa la guerra, preparando el terreno para nuevos enfrentamientos. Un ejemplo paradigmático fue la Guerra Civil española fomentada por Hitler y Mussolini, cuya conspiración les permitió llevar a cabo una acción concertada con el objetivo de desafiar al viejo mundo y a su transformación fascista.

A partir de la caída de la dictadura de Primo de Rivera (1930), el fascismo italiano había enfocado su interés hacia la situación político-social que se estaba viviendo en España y no ocultaba sus simpatías por las fuerzas monárquicas y católicas antirrepublicanas. El objetivo de Benito Mussolini era asimilar los diferentes componentes de la reacción ibérica a la ideología fascista,
ya que concedía gran importancia a las reivindicaciones mediterráneas del régimen. Con la victoria en 1939 del frente fascista en España, se sentaron las bases de un clima de injusticia y violencia que fue la antesala de lo que más tarde será el segundo conflicto mundial.

Es, por tanto, fundamental comprender las raíces históricas y las causas profundas de los conflictos para deconstruir la «banalidad de la guerra» impuesta por la hegemonía cultural de las oligarquías, que pretenden neutralizar el pensamiento crítico y hacer que sea asumida como una realidad inevitable. Para contrastar la retórica Occidental actual y su herramienta propagandística, útil para justificar conflictos interminables que únicamente sirven a los intereses de unos cuantos, es fundamental analizar la complejidad de la realidad e ir más allá de la superficie. Esto se puede alcanzar solo con un planteamiento dialéctico y reflexivo que predispone redescubrir el pensamiento de personalidades de la cultura de calibre intelectual,
capaces de trasladar el verdadero mensaje crítico y activo al orden dominante como fue el caso de Carlo Rosselli.

La necesidad de un pensamiento reflexivo implica una resistencia crítica para desarrollar
acciones transformadoras, puesto que solo mediante una toma de conciencia y una acción colectiva de ruptura con el statu quo podría salvar a la humanidad del abismo en el que en
estos momentos se ha sumido, tal y como ocurrió en España con el fin de la República.


Introducción del libro Carlo Rosselli, Hoy en España, mañana en Italia y otros escritos sobre la guerra civil (fragmento).
Introducción y traducción de Vincenzo Paglione.
ańo de publicación, mayo de 2024.



A Sociedade Precisa de Medíocres | Texto de António Lobo Antunes com narração de Mundo Dos Poemas

António Lobo Antunes nasceu em Lisboa, em 1942. Estudou na Faculdade de Medicina de Lisboa e especializou-se em Psiquiatria. Exerceu, durante vários anos, a profissão de médico psiquiatra. Em 1970 foi mobilizado para o serviço militar. Embarcou para Angola no ano seguinte, tendo regressado em 1973. Em 1979 publicou os seus primeiros livros, Memória de Elefante e Os Cus de Judas, seguindo-se, em 1980, Conhecimento do Inferno. Estes primeiros livros transformaram-no imediatamente num dos autores contemporâneos mais lidos e discutidos no âmbito nacional e internacional. Todo o seu trabalho literário tem sido, ao longo dos anos, objeto dos mais diversos estudos, académicos ou não, e dos mais importantes prémios, nacionais e internacionais, entre os quais se contam o Prémio Juan Rulfo, 2008, Prémio Camões, 2007, Prémio Jerusalém, 2005, Prémio Ovidio, 2003 e Prémio Europeu de Literatura, 2001. A obra de António Lobo Antunes encontra-se traduzida em inúmeros países e recentemente foi anunciada a sua edição na prestigiosa coleção Pléiade.

@mundodospoemas

Mundo Dos Poemas é a maior plataforma de vídeo-poemas narrados em português de toda a Lusofonia.

Luis Fernando López Noriega

En la biografía on line de este joven escritor colombiano se puede leer:

«Luis Fernando López Noriega es doctor en Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Profesional en Lingüística y Literatura. Realizó estudios de análisis del discurso y en Literatura Hispanoamericana. Profesor de literatura Latinoamericana en la Universidad de Córdoba-Colombia. Miembro del Grupo de Investigación de Memoria Histórica de la Universidad de Córdoba. Ha publicado diversos artículos que exponen los resultados de sus investigaciones sobre la novela colombiana en revistas especializadas como Poligramas, de la Universidad del Valle, y Cuadernos de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad del Atlántico. Publicó un libro de investigación sobre la novela en el Caribe colombiano después de García Márquez: Calibán y Afrodita, la novela en el Caribe colombiano después de la modernidad. Zenú editores, Montería 2013. Ganador del Premio Nacional de Cultura en la línea de Narrativas de Vida del Centro Nacional de Memoria Histórica, Bogotá, 2011.»

La riqueza y pluralidad de la producción literaria del Caribe hispanohablante del nuevo milenio es el resultado de las dinámicas internas que la han forjando. Lo que une a autores tan diferentes es el contexto histórico en el que nacieron, se educaron y comenzaron a escribir y publicar. Todos ellos han crecido en un mundo y en un continente que han experimentado profundos cambios y en los que se han modificado los valores, las referencias, los hábitos de vida y de pensamiento que correspondían a sus respectivas culturas desde hace muchísimo tiempo. Algunas tendencias de la nueva narrativa que se asientan, por ejemplo, en la indagación del yo y su entorno, en la exploración de la memoria colectiva, en la fantasía o en el juego estético, exhiben como rasgo distintivo la existencia de una extraterritorialidad atravesada por fronteras identitarias y geográficas que intentan redefinirse a través de las distintas formas de la memoria, la crónica, o la autobiografía en las que un narrador o personaje interpreta la condición de distanciamiento o de quiebre con la historia pasada. Estos factores permiten establecer de alguna manera una divergencia de la época presente y las décadas anteriores del siglo XX, conllevando a una proceso de desmistificación de los discursos oficiales sobre algunos de los mitos fundacionales, así como a la fusión de lo que otrora fue la alta cultura con la cultura popular. Si bien las fronteras mentales y los imaginarios de los narradores siguen estando vigentes, sin embargo, estos se ven afectados por los procesos de globalización y, por consiguiente, han tenido que operar dentro de la lógica global, la cual exige reformular las nociones del pasado a la luz de los problemas y las situaciones actuales.

En el espacio híbrido de la frontera (Colombia – Argentina) en el que se mueve el personaje principal (Kaloomba) en el relato de Luis Fernando López Noriega: Kaloomba y Dios, se observa un universo que escenifica muchos de los cambios sobrevenidos en los últimos tiempos, incluso la oscilación que se establece entre las diversas cartografías temporales que afectan al imaginario individual y colectivo. Esto permite al narrador moverse libremente, repasando por la Historia cultural y social de las dos naciones en una suerte de presente continuo. Las ciudades en las que se articula la trama de Kaloomba y Dios son el reflejo de la marginación impuesta por Occidente al continente latinoamericano. Entretanto, estas se han ido despojando de un cierto anacronismo cultural, tal y como lo había concebido la historia y la estética del siglo pasado, para incorporarse en el proceso de desarticulación de los moldes tradicionales que enfrentan sus habitantes. Un proceso en constante construcción/deconstrucción que transforma a las ciudades en un espacio más híbrido que las identificaciones y las fronteras y en las que, por momentos, sus pobladores experimentan un cierto sentimiento de pertenencia y de sentido a los vínculos…

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KALOOMBA Y DIOS


En su casa no hay sitio para ocupar con tanta letra, con tanta fotografía, con tanta columna de opinión, con tanta historieta, con tanta moda, con tanto papel, con tanto color… Los rimeros de diarios y revistas forman gigantescas sombras detrás de las puertas, detrás de las ventanas. Para entrar se debe saber muy bien lo que se quiere, no sea que se pueda morir aplastado por una columna de Vogue o Cosmopolitan o revista Motor… es una casa ubicada en el centro de la ciudad, en realidad fea, asediada por los ruidos circundantes de autobuses y vendedores ambulantes. La gente viene aquí para resolver dilemas cotidianos: los que coleccionan modelos de grabados en yeso encuentran su lugar; los que desean conseguir el último número donde aparece la Ginger de Australia, enseñando las últimas posiciones para hacer el amor, se van para el rincón. Ya no se sabe quién es quién: si la casa se llama Kaloomba o es Kaloomba la que ha adquirido las dimensiones de la casa. Ella no se agobia por nada, ni siquiera se mortificó cuando hace varios años atrás fue expulsada de Zeus, o mejor cuando se enteró que Zeus iba a ser demolido.

Al despertar encuentra su gran tazón de café en el escritorio donde rectifica las listas de pedidos para el día. Kaloomba sabe que los clientes no tardan, que siempre llegan con prisa y queriendo lo último en publicación. Así que mantiene contactos rutinarios con distribuidores, coleccionistas, y no desprecia las buenas oportunidades con contrabandistas. Siempre ha sido así. En Zeus, aquel burdel–manzana fantástica con múltiples luces de colores en la puerta de doble hoja; aquel puteadero de puta madre, tan famoso en la ciudad hace tanto tiempo junto al río. Ella se respetaba como administradora, y cuando se le daba la gana, ocasionalmente con algún amigo que visitaba el lugar, como prostituta de la vieja guardia o dama de compañía… pero eso fue en el tiempo de la felicidad dilapidada a manos llenas entre ron y sonido de tambores, hasta que recibió la comunicación imperativa donde se le ordenaba la clausura del negocio por mensaje expreso del gobernador de turno. Ya conocía ella el carácter putañero de estos personajes: unas niñas para divertirse las noches que sean necesarias, trago fino para aceitarles la garganta por cuenta de la casa y todo lo que pidan de más. Así pensó solucionar el problema, (que no era la primera vez que recibía un mensaje con esas características de cumplimiento y «estricta obligatoriedad»). Pero todo fue en vano: «Sí, Kaloomba, no soy yo el que jode esta vez, tú bien sabes que me gusta Zeus. La vaina viene de más arriba». Fue la respuesta del gobernador. Así, Kaloomba sólo intuía el nombre de ese súper Dios capaz de destronar al mismísimo amo y señor de todo el Olimpo de burdeles de la ciudad. Lo cierto fue que ella no tardó en emprender todas las labores para cancelar el servicio: cerrar el lugar, revender los muebles del zaguán, pagarles a los meseros y a las niñas, clausurar las funciones de sexo en vivo de las doce. Sin embargo, si Kaloomba ejecutó tales actos sin pretensión alguna, sin echar ni una sola maldición al aire puesto que no tenía persona para maldecir, fue por la sencilla razón de que ya se le había ocurrido otra idea o tenía otro negocio entre manos: una de las cosas que más gustaba en Zeus, además del buen trato, era el pequeño vestíbulo que comunicaba hacia las habitaciones de la planta baja. En realidad no era un sitio adornado con gusto exquisito. Era una simple sala de piso en baldosín blanco, algunos enseres baratos y raídos por el uso, y un olor a cosas guardadas que podía desesperar. Pero justo ahí estaba la pequeña vitrina exhibiendo aquellas revistas tan gustosas de leer mientras se esperaba el turno para el sexar en privado: revistas no sólo porno–estrambóticas que incitaban la imaginación y levantaban el ánimo, sino también las historias de vaqueros de la colección «Colt 45» que tanto se peleaban los clientes más asiduos del burdel.

Así fue como empezó esta casa de letras, de papel, de cromos pegados a las paredes. Kaloomba, con los ahorros de su ocasional actividad prostibularia, viajó a la Argentina justo para contactarse con las distribuidoras de estas revistas de historias de amor en los jardines de una mansión casi derruida o el duelo de revólveres en el desierto, territorio de forajidos muy buscados (reward), vivos o muertos. Esta parte de su propia historia debería titularse «invierno en Buenos Aires». La labor consistió, en realidad, en visitar aquellas librerías de viejo del centro donde se podía encontrar noli turbare circulos meos en el sitio de una ciudad para enloquecer después de haber visto los números perdidos de colecciones que son verdaderas reliquias. Caminó Kaloomba por Florida a menudo entre el sueño o la ensoñación de un julio frío, aún en los sótanos de Corrientes, pensando en la frase que había leído en uno de esos laberintos: «Tiempos de labios de lima en rostros sucesivos tú te aguzas, te enfebreces…» Hasta que en medio de esa oscuridad leve mordieron su nalga izquierda mientras palpaba uno de los trece libros de «Elementos» de Euclides.

Al darse la vuelta, no sin antes lanzar un alarido que se ahogó en el muro frontal del sótano, se topó con un jayán que la observaba con detalle. Un hombre alto de largos brazos, rostro duro, pero mirada tierna vertida en unos ojos tan azules como el océano en sus profundidades aumentadas por los gruesos lentes. Kaloomba no supo qué hacer ni qué decir. La figura extraña venía siguiéndola desde hace varios días atrás, y simplemente ahora cayó en la cuenta de la misma manera en que ahora sentía lo que hace mucho tiempo no sentía: una aguda presión en la boca del estómago y unas ganas de vomitar sólo comparables con la especulación metafísica del amor… El jayán extendió su mano derecha para enseñarle un librito: el número más buscado de las historias de Jerry Spring, un cuento rebuscado en verdad que más valía por su significado alegórico que por la maestría literaria. Sin embargo, este fue el abrebocas de una larga charla entablada entre Kaloomba y el corpulento hombre. Ella no supo el nombre de él. Al parecer en las líneas y en las circunvoluciones en las cuales toda conversación entra o sale de temas que pueden versar sobre la voracidad sádica, el grito animal, o el mugido que unas fauces dentadas emiten a la hora de elaborar un verdadero bestiario citadino, bonaerense, aquel señor (que ahora sí era un «señor» y no un enfermo sexual que gustaba morder nalgas a mujeres desprevenidas) no mencionó su nombre. Pero era realmente todo un gesto de figura libresca. No sólo conocía las colecciones innombrables de relatos porno-circenses, sino también las más encumbradas ideas de la Terre et les Rêveries du repos y el enaltecido e inspirado poeta del ogro Cronos de Aune Sērēnité Crispēe. Kaloomba y el jayán (que ahora lo llamaría así por un convenio tácito), luego de más de dos horas de charla en el Roma restaurante, decidieron tomar el subte rumbo a Chacarita para conocer la tumba de un ruiseñor…

La ciudad adquiría un matiz cada vez más interesante, más íntimo: la Avenida Nueve de Julio, con el obelisco al fondo en forma fálica apuntando hacia el mismo centro del cielo, se enrojecía por una tarde casi en las horas de su muerte. El teatro Colón con sus columnas dóricas soportando el peso de un artesonado de figura enrevesada en el frontis opalino se encendía ahora de manera vistosa. Los transeúntes disminuían la marcha apresurada para internarse en las profundidades calurosas del tren subterráneo en Corrientes, y un gran silencio se cernía sobre todos los cuerpos metamorfoseados de la animalidad y la agitación a la calma del final de un día de trabajo.

Kaloomba pensó, mientras se balanceaba rítmicamente al son de la serpenteante máquina del tren que de momento en momento daba la impresión de estar a punto de desarmarse en estaciones pasajeras, que si el jayán lo quisiera podían tener sexo agresivo adoptando la posición más rápida pero no menos excitante: la del toro que penetra como el trueno. Entonces imaginó el miembro viril de ese hombre: «Amo del huracán», «Dios del cuerno», para luego darse cuenta de que él estaba pensando lo mismo… que ella se convertiría en la «Gran vaca», la vaca Hator, de sexo abultado, extendido, aterciopelado, pero de «bruñido azabache», gruta donde otra vez descansaría su espada, la espada mágica de artúricas dimensiones, potenciando todas las fuerzas malignas y benignas en esa posición tan gozosa y tan sabrosa que además, es menester pensarlo, conserva la naturaleza violenta, excitante, del sexo furtivo, del Poseidón manifestando a Fedra, o de Zeus unido a Antíope «tratando de violar a Demeter bajo la forma de un toro fogoso»… y entonces aquí el pensamiento de ella y de él se encuentran en un punto que culmina el trayecto de la imaginada libertad sexual o de la soltura pornográfica (simbólica obviamente) en el éxtasis que al igual que el tren llega a su clímax con un silbido o grito casi simiesco.

Ahora la ciudad se escondía tras un velo azulado oscuro de neblina que avanzaba lentamente sobre los edificios y sobre las tumbas del cementerio de Chacarita. El frío penetraba los huesos, clavaba sus estacas en las rodillas y en los nudillos de manos y pies. Kaloomba y el jayán se encontraban frente a la escultura del ruiseñor. Permanecieron ahí observando la figura, tiritando, chasqueando los dientes hasta que la luna asomó una de sus puntas después de atravesar una nube densa de humedad. Ya era demasiado tarde…

No supo nada más del jayán los días posteriores. En vano frecuentó los sitios que hicieron parte de una geografía del encuentro; pero esta vez, más bien, de la conciencia de la pérdida. Lo había hecho todo para propiciar, si es que el jayán en realidad lo que deseaba era no tener citas programadas o lugares en la ciudad muy frecuentados o cotidianos, un improvisado tropezón en la calle de la universidad, en Puán. Y ahí, sin embargo, cayó en la cuenta de lo estúpida que se veía a su edad madura buscando en definitiva a un amante efímero, cuando ella en los tiempos en que Zeus aún existía se daba el lujo de escoger al efebo de la noche que más le resultara atractivo. Además, ya había realizado los contactos con las distribuidoras de las revistas y era ésta su principal misión. También conoció los sitios más elogiados por su belleza. Así que ahora era tiempo de volver. Sin embargo, en su habitación del centro, en la mesita de noche, estaba aquel librito de aventuras del oeste que le regalara él aquella vez. Al abrirlo por casualidad mientras preparaba su maleta leyó la dedicatoria más extraña: no convenían estas palabras con la idea que tenía de esos amores tipo historias «Bianca» o «Jazmín» en las cuales las lejanías se lloraban o se resolvían en conmovedoras acciones de valor. «Nos volveremos a encontrar cualquier día, querida Kaloomba, para perdernos otra vez… JULIO C».

Pensó ella que todo al fin y al cabo parecía planeado por el destino. El destino que es importante justo en el momento de apretar el gatillo y atinar. El destino que es esencial a la hora de montar el caballo y contar con suerte para pasar la frontera sin ser visto por los alguaciles. El destino que destinaba a un forajido a la horca. Así que Kaloomba guardó aquel librito de las aventuras de Jerry Spring y aún hoy lo atesora y lo lee y lo relee como si fuera la Biblia cada instante en que se siente perdida o asediada por algún problema que al final deja resolverse solamente por la mano indescifrable e inefable de ese Dios sin forma, sin rostro.

Y sin embargo, ahí mismo, en el lugar de su perdición, no dudó en preguntarse con la perplejidad y a la vez el anhelo de un mortal : ¿Pero cuánta fe se necesita para cabalgar sobre este Dios…?

Domingo Alberto Martínez | Zaragoza 1977

El siguiente artículo ha sido cortésmente facilitado por el autor y se puede leer también en su página digital,                            La hoguera de los libros:

https://lahogueradeloslibros.wordpress.com/2023/07/04/esto-no-es-una-novela/

«Esto no es una novela»

Hay libros que tardas años en escribir y otros que, independientemente de su calidad (y muchas veces son los mejores) parece que se hayan escrito solos. Mientras trabajaba en mi última novela, Pink Cadillac man, con la que ya me iba acercando a su conclusión, me llegó un e-mail de Teresa Galarza, doctora en lingüística por la universidad de Valencia y fundadora/directora de West Indies, editorial con un catálogo pequeño pero de una enorme calidad, y que quizá os suene más por su relación con la revista Jot Down. Me dijo que le gustaban mis relatos y valoramos la posibilidad de colaborar, siempre con la condición de que antes tenía que acabar la novela; después de un par de años de reescrituras y correcciones, y a falta de solo unas páginas por delante, no quería distraerme con otros proyectos.

Fue al poner el punto final, entonces sí, cuando me pasé a los microrrelatos. Esto debió ocurrir hacia el final del verano, en septiembre del año pasado. Para mediados de noviembre, Esto no es una novela ya estaba lista.

Tengo que reconocer que no había escrito prácticamente ningún microrrelato hasta Un ciervo en la carretera, mi obra anterior, que resultó finalista del premio Setenil a mejor libro de relatos publicado en España. Y de hecho, hasta el último momento tuve serias dudas sobre lo que hacer con aquella media docena de textos breves, unos narrativos, otros casi pinceladas, párrafos de prosa poética. Finalmente, las buenas palabras de quienes los habían leído y el que sirvieran como contraste para los cuentos más largos, me decidió a incluirlos.

Visto el resultado, no puedo estar más satisfecho con aquella decisión.

Como escritor vengo del terreno de la novela, tanto por formación como por la mayoría de mis lecturas, y me cuesta reducir los textos a su mínima expresión. Con frecuencia se me ocurre un nuevo personaje o una acción secundaria que me hacen saltar de las tres o cuatro líneas a las treinta páginas; con decir que «Jaque a la reina» o «Espérame en el cielo» iban a ser apenas un párrafo y crecieron hasta ocupar quince y más de treinta páginas respectivamente, está todo dicho. Sin embargo, con aquellos primeros microrrelatos me picó el gusanillo. Siempre me he tomado la literatura como un reto. Escribir una y otra vez sobre lo mismo, repetir los formatos habituales para unos temas ya muy trillados, me resulta aburrido. Tras Un ciervo en la carretera y mientras trabajaba en Pink Cadillac man, el microrrelato se convirtió en mi nuevo juguete. Seguí experimentando con el formato, apuntaba los textos que intuía más laboriosos para no olvidar la idea mientras avanzaba con la novela. Las críticas de los microrrelatos, como he dicho, eran buenas. David Serrano Dolader, uno de mis profesores en filología, me confesó que los textos breves eran lo que más le había sorprendido (y gustado). Publiqué unos cuantos en revistas digitales y páginas web de literatura, e incluso llegué a ganar algún premio especializado en el género.

Así que la proposición de Teresa me cogió, si no con los deberes hechos, digamos que sí bastante avanzados. La elaboración del libro fue muy fluida y el trabajo me dejó un buen sabor de boca. Hice una selección de los microrrelatos que tenía escritos, redacté las mejores ideas que había ido apuntando en libretas y papeles volanderos, y para noviembre del año pasado el libro estaba prácticamente acabado; con un par de añadidos tras las Navidades y algunos cambios menores, alcancé esos 101 textos que componen la obra. No se acercan ni con mucho a las 1001 noches de Sherezade, pero tampoco andan lejos, ni por guarismo ni, sobre todo, por su espíritu. De hecho, hay un homenaje a algunos grandes cuentistas (y mentirosos) de la historia, como la propia Sherezade o el barón de Münchhausen.

Ahora lo importante es que este libro que, como matiza el título, no es una novela, llegue a los lectores. Y que a los lectores que les llegue, les guste. Y que a quienes les llegue y les guste, lo recomienden a otros lectores, porque las lecturas están llenas de meandros y uno nunca sabe en qué orilla o en qué isla se detendrá durante un tiempo ni, como Ulises, otro gran cuentista, qué aventuras le esperan mañana. Antes de que las palabras se fijasen en las páginas como mariposas con alfileres en las alas, revoloteaban vivas y coloridas, llevadas de un lado a otro por la brisa antojadiza. Y aun antes de eso lo hacían libres en el cielo de la imaginación.

título:

Esto no es una novela

autor:

Domingo Alberto Martínez

Editora:

West Indies Publishing Company (2023)

ANGELO FIORE

Del capolavoro di Angelo Fiore, Il supplente, ho avuto modo di parlare nelle pagine di questo blog. Tuttavia ho sentito il bisogno di voler approfondire meglio il tema della disgregazione della personalità a cui andrà incontro il protagonista, Attilio Forra, fino allo smarrimento nel labirinto esistenziale della sua irremissibile e perversa allucinazione.

Le sodomie immateriali ne Il supplente di Angelo Fiore
di Vincenzo Paglione


	Il supplente, di Angelo Fiore (Vallecchi Editore, 1964), senza dubbio autore letterario da annoverare tra i grandi della narrativa contemporanea non solo italiana, esordisce con l'arrivo del protagonista in una innominata cittadina siciliana per una supplenza scolastica, dopo aver deciso di abbandonare un impiego di piccolo funzionario statale. Più tardi si scoprirà che Attilio Forra (nome del protagonista) era stato anche un ex religioso fuggito dall'ordine per ragioni non ben chiarite. Un mondo chiuso e irrespirabile quello che descrive Fiore in questo romanzo, in cui si sente la suggestione dei grandi del Novecento quali Pirandello, Dostojevskij, Kafka, Genette e Musil. Tentare le strade dell'insegnamento è per Forra la via che ritiene più idonea alla sua qualità e curiosità intellettuale. Tuttavia, di fronte all'ambiguità e alla volgarità dell'ambiente scolastico e dei colleghi, egli si chiude in una sorta di indifferenza sprezzante verso la banalità del far carriera e dell'insensibilità generale di fronte a più alte ambizioni intellettuali. 
	Quella che vivrà il protagonista è una sorta di discesa verso gli inferi, ossessivo svelamento di una condizione umana meschina, marginale, fatta di rapporti vuoti e perversi. Fiore svela un mondo dove la normalità si combina con la mostruosità. La scelta di Forra a non integrarsi, di rinunciare alla propria realizzazione, fino a compromettere con noncuranza le amicizie, è la scelta dello sconfitto in un mondo in cui conta solo vincere, nella scuola come nella vita: è questo il mondo in cui sono rispettati e celebrati i mediocri. Tuttavia, al contrario del protagonista di Musil, Forra è un uomo con qualità, perché ha la certezza religiosa di essere in attesa di una rivelazione pur sapendo di non poter raggiungere nessun risultato e nessuna verità. La narrazione delirante presenta l'irrazionale e l'inverosimile attraverso uno sguardo profondo dello stato psichico del protagonista, un essere ambiguo che subisce la perdita quasi totale della sua identità. Nel suo universo di orrore e degrado, la violenza si iscrive in un linguaggio incomprensibile che sancisce l'assurdo come riflesso di una esistenza condannata al fallimento. Il tentativo di entrare in relazione con gli altri, ovvero di instaurare dei normali rapporti con i colleghi e le altre persone che lo circondano, si trasforma, in ultima istanza, in un monologo interiore tra loro, perché non si stabilisce alcuna distinzione tra ciò che è stato detto e ciò che è stato pensato da uno specifico personaggio, così come non esiste una relazione tra esso e l’idea che Forra se ne è fatta di lui. 
	La particolare tecnica con cui è scritto il romanzo consente di affrontarlo sotto diverse chiavi di lettura. Da una parte è possibile esaminarlo partendo da un’analisi freudiana dei suoi personaggi – e sarebbe allettante portare alle sue ultime conseguenze una ricerca sull’erotismo che filtra dalle pagine di questo romanzo – dall’altra, invece, è presente l’analisi sociologica che si fonda sull’osservazione della società provinciale italiana degli anni Sessanta; tuttavia entrambi gli approcci non sono sufficienti a svelarci tutto quello che il libro è. Sarebbe erroneo denominare pornografia l’erotismo di Fiore e biasimarlo di non avere un orientamento ideologico più consono nell’affrontare le differenti interpretazioni che si possono avere della realtà di un individuo. Con frequenza si dimentica che in uno scrittore i punti di vista, comprese le idee politiche, sono dati in aggiunta, perché costituiscono una dimensione possibile dell’opera che è stata scritta con lo scopo di dare testimonianza a livello individuale. 
	Il supplente può essere considerato un’opera di rottura degli stereotipi che rappresentano il romanzo convenzionale, dove s’impone l’amore. Si è in presenza di personaggi aberranti che riflettono ambizione di potere, invidia e avidità. Lo stesso Attilio Forra rispecchia in qualche modo un personaggio assalito da tormenti, insicurezze e invidia. Per questa ragione egli si sente intrappolato nel suo mondo,  anche lui va alla ricerca di diventare qualcosa che non sarà mai. Il rifiuto del mondo e della gente lo porta a una sorta di alienazione che si traduce in visioni e fantasie di abnormi personaggi assimilati nella sfera dell'incestuoso, della sodomia e del sadismo. In questo spazio tra la vita e la pulsione di morte, tra verità e follia e nella fusione tra continuità e discontinuità della vita nell’erotico, vi dimora l’osceno e il mostruoso; perché Forra non può negare il piacere erotico e, quindi, il legame che questo ha con la morte, la violenza, il perverso. Attraverso la consapevolezza della morte il protagonista incontra la sua origine e il suo destino, entrambi luoghi dell’inesistenza, pertanto, fuori da ogni spettacolarizzazione. Erotismo e morte sono tra loro legati. L’osceno è lì a indicare ciò che si tiene nascosto dentro di sé, nel mettere in scena ciò che non si mostra per pudore, poiché la nudità del corpo è un’impronta della vita e della morte della vita. Forra è uno spirito assoluto che crea i personaggi per emanazione di sé e li annienta per riduzione a sé. I mostri che lo assalgono, e lo seducono, “gli ignoti”, “gli invisibili”, nella pensione in cui dimora si amalgamano in una sorta d’intesa. Accanto a loro, il protagonista diventa uno di loro, personaggio archetipico che è allo stesso tempo tutti loro; un’intesa che si esprime in prima persona plurale per far ricredere il lettore, quando necessario, della sua realtà. E come se tutto questo non bastasse, Forra non giunge mai alla convinzione che forse tutto ciò, i personaggi, i dialoghi con le loro ombre e i fatti che gli accadono, sono solo un delirio, un sogno. In particolare sono le femmine sabbatiche dei suoi incubi quelle che si situano in una zona indeterminata, quindi mostruosa, tra l’osservanza e la dominazione. Nello spazio irregolare della stanza della pensione affittata agli strani inquilini e adiacente a quella di Forra, l’anormalità è portata all’eccesso. Il coro delle donne al seguito di Alberto (la madre, la moglie, la sorella e la sua figlia) costituiscono il gruppo delle adoratrici di questo personaggio dionisiaco, crudele violentatore, stupratore e uccisore. La madre di lui, “la contadina”, uno dei tanti alter ego del protagonista, incomprensibile e inclassificabile, è disposta a impossessarsi di lui sessualmente per fare ciò che egli si rifiuta di fare. Le scena del consesso carnale è abbastanza inquietante, perché il protagonista scopre la violenza della propria mostruosità all’interno di un contesto orgiastico e grottesco, una sorta di ballo in maschera nel paese dei mostri, il che lo conduce alla disperazione. Ecco perché nel romanzo Il supplente si trovano aspetti che rimandano costantemente a una duplice esistenza o a molteplici possibilità dell’essere, facendo dell’ambiguità l’elemento fondante del testo. La costruzione della realtà si trasforma nel suo rovescio, dove gli opposti diventano identici.
	Essere nessuno, perduto nell'assoluta mediocrità e indistinzione, è per Attilio Forra l'inevitabile destino di ogni uomo, destino e oblio che anche l'opera di Angelo Fiore ha sperimentato e che, ormai, quasi più nessuno ricorda. 

GINO BUCCI [ Martinsicuro – Abruzzo ]

Crediti dell’immagine: http://www.ilmattino.it

Questo giovane poeta abruzzese, laureato in lettere alla Facoltà di Bologna, si è fatto conoscere ai lettori con il recente libro di liriche dialettali: Rime toscibili, Ricerche&Redazioni, 2022, nelle cui pagine verseggia in maniera un po’ giocosa sul modo di essere abruzzesi. La lingua dialettale è il mezzo espressivo più idoneo per parlare della realtà del vissuto quotidiano passato e presente degli abitanti di questa regione d’Italia, attraverso il gioco linguistico e semantico che il poeta allarga fino a coinvolgere la lingua italiana e quella inglese. Un modo per enfatizzare le innumerevoli diaspore che in passato ha interessato alla società abruzzese e il suo desiderio di riconnettersi con le proprie radici identitarie al fine di mantenere e rafforzare le relazioni che i molti migranti intessono simultaneamente sia con l’italia che con il mondo. Come accadeva nella vecchia tenzone, il dialetto apre all’autore la possibilità di confrontarsi linguisticamente con un microcosmo che racchiude e rispecchia un ambiente, un’esperienza, un orizzonte molto caratteristici, nel quale si risalta l’unicità che distingue la personalità abruzzese negli affetti e nell’umore abituale. Un carattere la cui linfa affonda nella tradizione millenaria degli abitanti di questa terra misteriosa e inestricabile che la penna di Gino Bucci ha saputo definire con leggerezza.

Purtuttavia


Sei bella come Manopello quando
piove e si bagna il cielo nella sera;
sei dolce come Carunchio e sincera
come Bussi sul Tirino allorquando
il suddetto Tirino esonda lieve.

Sei buona come Buonanotte, cara
come caramanico e vado in para
quando ti penso a Fallo nella neve.

Perché tu sei Bugnara il primo giugno,
sei quasi Roccascalegna d'inverno,
sei il Tronto, il Pescara anzi l'Aterno,
sei un carciofo di Prezza nel mio pugno.

Sei una lampara di Martinsicuro,
sei il bambino di Scanno redivivo,
sei la rocca che sogno e non descrivo,
sei le orecchie che ascoltano il mio "giuro".

Ceramica di Castelli, trabocco
che tenta di acchiappare questo mare;
amaro scuro nelle notti amare,
brocca un poco sbeccata di San Rocco.

Sei l'Abruzzo del silenzio incantato,
una casa di terra sulla strada;
sei la piana sfiorita, la contrada
isolata che guarda al suo passato.

Tu sei tutto questo e purtuttavia,
lo dico con un'ironia leggera,
sei proprio totalmente forestiera,
non sei manco mai stata a Tossicia.





Che ha successo?


M'allappe la vocche s'attoppe,
la zappe m'attocche lu toppe,
swipeuppe whatsappe s'ha rotte:
t'attacche 'na fracche di botte.

S'allende chiù lende la cinde,
sta attende ca 'mbacce a li dinde,
s'appende già pende la panze,
s'ammosce lu vende e la stanze.

Si 'ndese 'ssa spese n'ha rese,
so' 'ndese sta spase 'na prese,
scummatte lu lette e lu bagne,
s'ha sfatte lenzole a fustagne.

Caccose caschenne arepose,
lu spose sbajenne è furiose,
la spose candenne è sapute,
nonnò va girenne è patute.

Ha scorte la notte e lu ciele,
è forte s'ha cotte e si sbele:
c'azzecche la recchie e li anghe,
c'azzecche o forse c'amanghe.

Al padre


Tu che mi si 'mbarate a cambà,
senza voce, a furije d'ucchiatacce;
tu che mi si 'mbarate a magnà,
li foje, lu pane onde e le fregnacce.

Tu che si dette: "Adessule pà,
la vite è corte e mo vè lu belle:
'na vocca onde 'n arriconde, auà,:
meje esse pecure che rustelle.

Ije nin sò capite proprije tutte,
so' cambate male e chisciccise,
nin sò viste la zappe e la faatije.

Bone porche fa bone prusutte:
sembre m'ha scappate nu surrise
quanne m'hanne chieste: "A chi si fije?"





Lu pane tajete 'mbette


La mosse chiù care di lu monne,
ma ci vò 'na facce 'ngarugnate;
lu pette pesande sta abbuttate,
tu non si bone, vatte a 'reponne.

Esse nonnò, acchiappe la pagnotte,
li vracce s'allonghe e fa paure;
nu taje secche dapù 'na botte,
'na lesche precise, sta sicure.

'Azze, lu pane tajate 'mbette,
sinde coma sone, 'na fregnezze
toste, s'ambare a lu sdijune.

Cuscì mo nin ci la ppò nisciune,
la mmasciate nin vò li carezze:
nonnò s'arelloche a la panchette.

A Bradley


Brad, my good friend, please;
chiscifricate e chiscicisse:
Nonna Assunta mo s'arcumanne...
nin si vinute manghe unanne.

Ripa Teatina è nu paese
'nghe la gente cool cortese:
Rocky Marciano c'ha  turnate,
tu no, nin ci si mai pinzate.

Nonnò t'ha mbarate a magnà,
si dice pure a recità;
mo si diventate registe,
però nisciune t'ha mai viste.

Li woman si struje lu core,
oddije mammà, nu pizzicore:
si lu chiù fregne di lu monne,
si Capitale Brad... Ponne.

What are you finding? Combà,
nin steme mica a pazzià.
Nu t'aspetteme all'Abruzzo enjoy:
mogli e buoi of paesi tuoi.

Lo zi, this is the last call,
puteme dice ca è proprije all.
Pinzece bone, si nu stute,
come to pijà nu top salute.

A Ovidio


Ma se in Veneto, pensa, fossi nato,
forse t'avrebbero dato del mona;
invece tu nascesti qui a Sulmona,
e la corona poi t'hanno appioppato.

Ovidio, mo lo vedi, nella piazza,
la tua statua t'immagina pensoso;
nel freddo gelido o nel caldo afoso,
ti osserva riservata una ragazza.

Ti guarda quel cialtrone innamorato,
t'ascolta senza orecchio il vecchio saggio;
maestro dell'amore, che coraggio!
Amar vale una vita da esiliato.

Chissà se scendi mai da quel tuo podio,
magari nelle notti un pò più tristi,
metamorfosi e rimedi mai visti,
eroiche storie di feste e di odio.

Precetti consolati dalla storia,
confetti consumati senza indugio;
Nasone qui nell'ultimo rifugio,
la tua patria protegge la tua gloria.