CARLO ROSSELLI 1883 | 1937

Crediti: Archivio Aicvas

Carlo Rosselli hoy


Carlo Rosselli (1889 - 1937), conocido en Italia como el teórico del «Socialismo Liberal» y fundador del movimiento político antifascista Giustizia e Libertà (1929), fue un agudo teórico de la oposición socialista liberal contra el régimen de Mussolini. Sus reflexiones gravitaron en torno a los problemas del revisionismo marxista y la socialdemocracia, lo que le llevó a comprometerse con los fundamentos morales de su propio socialismo liberal. Un ejemplo de polémica poco
constructiva fue la que años más tarde (1931), entabló el dirigente del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliatti. A partir de su férrea orientación comunista, veía en el socialismo liberal de Rosselli una simple "mistificación", una colección de ideas carentes de fundamento académico y plagadas de "prosopopeyas insoportables". Para el líder comunista, Rosselli no era más que un "pequeño burgués presuntuoso", incapaz de comprender la realidad de la clase trabajadora, debido a que lo consideraba condicionado por sus vínculos con las élites dominantes.

Sin embargo, los escritos de Rosselli se distinguen por tener un estilo conciso; su empeño se focaliza en los nudos que era preciso desatar en la cultura política europea de la época y, más tarde, en los de carácter ideológico y organizativo que planteaban la participación al Frente español. Los textos que aquí se ofrecen, además, ponen de relieve una evolución del pensamiento a veces tensa, a veces certera; cada uno de ellos parece escrito para hacer el balance de un planteamiento e ir más adelante. Por este motivo, mencionar brevemente algunas
líneas generales de interés puede ser quizás de alguna utilidad para comprender también la situación en la que nos encontramos en el avanzado siglo XXI.

En su juventud Carlo Roselli participó activamente en los debates políticos que animaron los
diversos periódicos progresistas de las primeras décadas del siglo pasado, como «Critica Sociale», «Rivoluzione liberale» y la hoja clandestina que contribuyó a publicar junto con su hermano Nello Rosselli, «Non mollare!» En particular, se pueden apreciar sus intervenciones
aparecidas en la importante publicación periódica del neomarxismo italiano de ese período, «Quarto Stato», donde emerge la imagen de un Rosselli internacionalista. Aunque políticamente muy próximo a la corriente política de izquierdas, los artículos que publicó en la prensa de su movimiento revelaron su capacidad de análisis, así como su habilidad para indicar perspectivas
de acción, en una situación que veía al antifascismo italiano en el extranjero en buena parte paralizado e inerte y, por lo que respecta a los comunistas, condicionado por la evolución de la situación política y el papel dominante ejercido por el Partido Comunista soviético sobre toda la
política de la Tercera Internacional.

Como se mencionaba, es posible leer en la inquietud de aquellos años algunos rasgos similares al
presente que estamos viviendo, cuya situación desde hace tiempo es crítica y se encamina hacia desenlaces cada vez más trágicos. Basta un mínimo de atención para comprender que las reflexiones de Carlo Rosselli sobre el peligro del totalitarismo pueden seguir siendo indispensables para orientarnos más allá de los fantasmas pasados de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial, ya que, a diferencia del pasado, poseemos mayores capacidades cognoscitivas para comprender cuales fuerzas están en juego en el tablero internacional actual y los peligros que representan para todos nosotros.

Desplazando la mirada a distintas épocas y contextos, la literatura ofrece una abundante producción de obras centradas en el tema de la guerra. Entre las innumerables obras dedicadas a este argumento, una en particular llama la atención. Nos referimos a la recopilación de proverbios grecolatinos publicada por el humanista Erasmo de Rotterdam en 1500 y que tiene por título Adagios del poder y de la guerra y teoría del adagio. En esta obra el autor denuncia la combinación antinatural que existe entre el capitalismo y los conflictos. En otras palabras, el filósofo renacentista, a través de sus reflexiones sobre la guerra y la naturaleza humana, pone de relieve la profunda contradicción entre la esencia humana y la violencia de la guerra. Erasmo
cuestiona un dilema fundamental: ¿puede justificarse en algún momento la guerra? ¿Puede considerarse la violencia un medio aceptable para alcanzar un fin? Con argumentos lúcidos y convincentes, Erasmo polemiza con la idea misma de la «guerra justa». Sostiene que la
violencia, en sí misma, es intrínsecamente nefasta y nunca puede justificarse, independientemente de sus supuestos fines. Subraya el absurdo y la hipocresía de quienes se apelan a la guerra en nombre de una causa superior, afirmando que la brutalidad y el sufrimiento que conlleva nunca pueden ser compensados por ningún ideal, por muy noble que parezca. También denuncia los intereses egoístas y el deseo de poder que a menudo se esconden tras las declaraciones de guerra. Los poderosos, afirma, explotan la retórica patriótica y religiosa para
manipular a las masas y perseguir sus propios objetivos personales, con el consiguiente atropello de los derechos y las vidas de inocentes.

Aunque no expresado de modo explícito, lo que se quería hacer notar en el apartado anterior es que no solo el totalitarismo sino que también la guerra se ha convertido en la triste realidad de nuestro tiempo, normalizada y enmascarada por una engañosa retórica pacifista. Esta normalización es la explicitación de la guerra cotidiana que soportamos en silencio. Es como un
estado de ánimo que impregna inadvertidamente los gestos y las palabras de la vida cotidiana, con la lentitud suficiente para que los afectados por ella avancen imperceptiblemente hacia la aceptación y el asentimiento de una forma de ser que hace algún tiempo habría parecido impensable e inaceptable. Una forma de ser que se identifica con la civilización consumista que, como los caducos regímenes nazi-fascistas, se cimienta en una institucionalización de la moral ultraliberal que la expone al riesgo del colapso.

Actualmente vivimos en un mundo dominado por profundas divisiones entre los Estados y cualquier comunidad que promueva el diálogo y la colaboración es vista como una amenaza. Lo que hace aún más aterradora nuestra época es la presencia, en la cúspide del poder decisional mundial, de individuos irracionales y nihilistas, que juegan con el destino de la humanidad sin
ningún sentido de responsabilidad. A esta situación hay que añadir aún otra, es decir, las consecuencias de la guerra no terminan con el fin del conflicto, sino que perduran en el tiempo, generando nuevos focos de violencia y dolor. Los tratados de paz, a menudo ilusorios, no logran cicatrizar las profundas heridas que causa la guerra, preparando el terreno para nuevos enfrentamientos. Un ejemplo paradigmático fue la Guerra Civil española fomentada por Hitler y Mussolini, cuya conspiración les permitió llevar a cabo una acción concertada con el objetivo de desafiar al viejo mundo y a su transformación fascista.

A partir de la caída de la dictadura de Primo de Rivera (1930), el fascismo italiano había enfocado su interés hacia la situación político-social que se estaba viviendo en España y no ocultaba sus simpatías por las fuerzas monárquicas y católicas antirrepublicanas. El objetivo de Benito Mussolini era asimilar los diferentes componentes de la reacción ibérica a la ideología fascista,
ya que concedía gran importancia a las reivindicaciones mediterráneas del régimen. Con la victoria en 1939 del frente fascista en España, se sentaron las bases de un clima de injusticia y violencia que fue la antesala de lo que más tarde será el segundo conflicto mundial.

Es, por tanto, fundamental comprender las raíces históricas y las causas profundas de los conflictos para deconstruir la «banalidad de la guerra» impuesta por la hegemonía cultural de las oligarquías, que pretenden neutralizar el pensamiento crítico y hacer que sea asumida como una realidad inevitable. Para contrastar la retórica Occidental actual y su herramienta propagandística, útil para justificar conflictos interminables que únicamente sirven a los intereses de unos cuantos, es fundamental analizar la complejidad de la realidad e ir más allá de la superficie. Esto se puede alcanzar solo con un planteamiento dialéctico y reflexivo que predispone redescubrir el pensamiento de personalidades de la cultura de calibre intelectual,
capaces de trasladar el verdadero mensaje crítico y activo al orden dominante como fue el caso de Carlo Rosselli.

La necesidad de un pensamiento reflexivo implica una resistencia crítica para desarrollar
acciones transformadoras, puesto que solo mediante una toma de conciencia y una acción colectiva de ruptura con el statu quo podría salvar a la humanidad del abismo en el que en
estos momentos se ha sumido, tal y como ocurrió en España con el fin de la República.


Introducción del libro Carlo Rosselli, Hoy en España, mañana en Italia y otros escritos sobre la guerra civil (fragmento).
Introducción y traducción de Vincenzo Paglione.
ańo de publicación, mayo de 2024.



Guy Debord y España. Discurso sobre las pasiones del amor y la revolución

Créditos: https://biografieonline.it

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Un artículo de Antonio Ontañón del 6 mayo 2017 archivado en Situaciones web

URL: http://situaciones.info/revista

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¡A mi madre, Marta Peredo, que ama la
revolución y nos revoluciona con su amor!



1980 es un año especialmente rico en la biografía de Debord en relación con España. Publica su traducción de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y redacta y difunde el manifiesto A los libertarios sobre los presos libertarios en la Cárcel de Segovia. Además, venía precedido de la traducción y publicación en 1979 de la Protesta ante los libertarios del presente y del futuro sobre las capitulaciones de 1937, cuyo autor anónimo firma como un “incontrolado de la Columna de Hierro”. Este escrito había sido publicado en la revista anarquista “Nosotros” en Valencia, en cuatro entregas, entre el 12 y el 17 de marzo de 1937. La versión publicada por Debord lo convierte en un libro de 64 páginas en edición bilingüe, muy cuidada, de la editorial Champ Libre, del empresario y productor cinematográfico Gérard Lebovici. El propio Debord dice en la introducción que este escrito de un miliciano anarquista desconocido, perteneciente a la famosa Columna de Hierro, es “hasta nuestros días el más verídico y bello que nos ha dejado la revolución proletaria en España. El contenido de esta revolución, sus intenciones y su práctica están resumidos de forma fría y apasionada. Las principales causas de su fracaso son denunciadas: aquellas que procedieron de la constante acción contrarrevolucionaria de los estalinistas, relevando a la burguesía desarmada y las constantes concesiones de los dirigentes de la CNT-FAI…” (1)

Se trata de un texto escrito por un preso común liberado de la cárcel de San Miguel de los Reyes cuando los anarquistas abrieron las puertas a todas las personas que estaban en su interior. Llevaba en ella once años por “haber lavado una ofensa, rebelarse contra la humillación a la que un pueblo entero estaba sometido y matar a un cacique”. (2) Es un hombre de treinta y cuatro años que decide unirse a la causa revolucionaria con sus nuevos compañeros anarquistas.

La belleza del texto a la que hace referencia el traductor está presente en varias ocasiones, pero sobre todo en el momento en el que el “incontrolado” (término peyorativo utilizado profusamente para desacreditar las acciones revolucionarias de esta columna) describe su cambio de vida:

“¡Cuántas noches, juntos los hombres, formando un racimo o un puñado, al comunicar a mis compañeros, los anarquistas, mis penas y dolores he hallado, allá, en la dureza de la sierra, frente al enemigo que acechaba, una voz amiga y unos brazos amantes que me han hecho volver a amar la vida! Y, entonces, todo lo sufrido, todo lo pasado, todos los horrores y tormentos que llagaron mi cuerpo, los tiraba al viento como si fueran de otras épocas, y me entregaba con alegría a sueños de ventura, viendo con la imaginación calenturienta mundo como el que no había vivido, pero que deseaba; un mundo como no habíamos vivido los hombres pero que muchos habíamos soñado. Y el tiempo se me pasaba volando, y las fatigas no entraban en mi cuerpo, y redoblaba mi empuje, y me hacía temerario, y salía al amanecer en descubierta para descubrir al enemigo, y… todo por cambiar la vida; por imprimir otro ritmo a esta vida nuestra; porque los hombres, yo entre ellos, pudiéramos ser hermanos; porque la alegría, una vez siquiera, al brotar en nuestros pechos, brotase en la tierra; porque la Revolución, esta Revolución que ha sido el norte y el lema de la Columna de Hierro, pudiese ser, en tiempo no lejano, un hecho.” (3)

Es emocionante ésta expresión de la alegría revolucionaria en plena guerra y rodeado de peligros potencialmente mortales. No es extraño que a Debord le emocionara. La insistencia en la igualdad, en la ausencia de jefes, de autoritarismo, de privilegios, la intensidad del sentimiento de confraternidad que anticipa el éxito real de la Revolución recuerda mucho al expresado por George Orwell en Homenaje a Cataluña cuando narra cómo en las trincheras del frente de Aragón, a las que había llegado como miliciano del POUM, pudo tener la experiencia de lo que podría ser una sociedad sin clases, sin privilegios, sin aduladores. Una cierta idea de socialismo basada en la fraternidad, en la innata honradez de los españoles y en sus siempre presentes rasgos anarquistas (“innate decency and their ever-present Anarchist tinge”) y el efecto para Orwell fue tan intenso que, pese a las penalidades, a las heridas de guerra (recibió un disparo en la garganta), a las desilusiones causadas por la posterior persecución estalinista, su deseo de ver establecido el socialismo fue más fuerte que nunca: “And, after all, instead of disillusioning me it deeply attracted me. The effect was to make my desire to see Socialism established much more actual than it had been before.” (4)

Tanto los anarquistas como el POUM eran revolucionarios y entendían la guerra civil y la lucha revolucionaria como una unidad inseparable. Sin embargo, el “incontrolado” anónimo de la Columna de Hierro, pide al final a sus compañeros que permanezcan unidos a pesar de que su columna ha sido militarizada y ha pasado a formar parte del Ejército Popular. De una manera paralela, algunos dirigentes de la CNT también aceptaron formar parte del Gobierno republicano con el cargo de ministros.

Para Debord, en su amor por la revolución, la lucha que se estableció en España alrededor de la causa revolucionaria fue una de las claves fundamentales para entender el futuro de los acontecimientos bélicos e incluso la transición política post-franquista. No en vano, en el escrito A los libertarios llega a hablar de la unión de las fuerzas contrarrevolucionarias entre las que estaría incluido el Partido Comunista de España (recientemente legalizado) junto con los demás partidos protagonistas de la Transición política.
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La publicación del manifiesto A los libertarios

Este escrito, concebido como un llamamiento de solidaridad realizado desde el extranjero y repartido en España, figura como el primero de un libro concebido por Debord titulado Appels de la prison de Ségovie, publicado el 24 de noviembre de 1980 por las Éditions du Champ libre.

En la misma línea que a principios de los años 60 llevó a la Internacional Situacionista a difundir una campaña de defensa de la lucha de los mineros asturianos en huelga (“España en el corazón”), en septiembre de 1980 Debord emprende otra campaña de solidaridad internacional a favor de los numerosos presos libertarios detenidos en las cárceles españolas. El número de presos asciende a unos cincuenta y la mayor parte se concentra en la cárcel de Segovia y es hacia esa cárcel a la que dirige principalmente su atención. Lo primero que salta a la vista es hasta qué punto Debord encuentra ahora en los libertarios españoles su referente revolucionario. En las páginas de la revista Internacional Situacionista, sin embargo, se podía constatar que más bien, a finales de los años sesenta, el referente político había sido la publicación Acción comunista (de carácter marxista-consejista), sobre la que se publicó un extenso artículo. Pero una vez disuelta la IS y debido a la Transición política en España, la identificación de Debord con los libertarios es cada vez más evidente. En ellos ve las posiciones teóricas y revolucionarias más avanzadas. Aunque no ocurre lo mismo en la CNT. La visión en los años 80 de la CNT por parte de Debord es básicamente negativa. Ya lo había sido durante la época de la IS, y su juicio no ha mejorado. Esencialmente la acusa de hacer el juego al Capital al constituirse, como cualquier otro sindicato, en organizador del trabajo alienado e interlocutor con el capital. También acusa a esta organización de mantener el silencio sobre la existencia de los presos libertarios. Muchos de estos presos eran directamente inocentes, acusados falsamente por la policía. Otros habían realizado acciones de “acción directa” de expropiación de bancos o sabotajes de vías férreas, tribunales o edificios públicos. Un gran número de ellos eran trabajadores de la SEAT, que bajo el nombre de “Ejército revolucionario de ayuda a los trabajadores” quisieron ayudar económicamente a los compañeros de su fábrica en huelga. También formaban parte de estos presos componentes de los “Grupos Autónomos” de Barcelona, Madrid y Valencia.

Debord constata que sobre estos presos hay un pacto deliberado de silencio que trata de ayudar a romper con esta campaña. El gobierno del Estado español en 1980, observa Debord, es un heredero directo del franquismo. Su deseo es modernizarse y cambiar de imagen para ser aceptado en el mercado común y tomar parte en el capitalismo moderno. Incluso hay la intención de mostrase como la reconciliación de los perdedores y vencedores de la guerra civil a partir del papel de algunos actores como Santiago Carrillo, representante de los “demócratas estalinistas” de vocación monárquica. Pero la verdad más profunda de este Estado es la unión de todos los vencedores de la contrarrevolución “de aquellos que mataron a Lorca y de los que mataron a Nin” Todas estas fuerzas. Las que luchaban contra la República o bien controlaban los poderes de esa República tenían un solo objetivo: “Abattre la révolution prolétarienne de 1936, la plus grande que l’histoire ait vu commencer jusqu’à ce jour, et donc aussi celle qui encore préfigure au mieux le futur.” (Destruir la revolución proletaria de 1936, la más importante que la historia había visto hasta ese día y la que todavía prefigura mejor el futuro). (5) La fuerza política que había sido capaz de organizar, llevar a la práctica y defender esta revolución había sido el movimiento anarquista apoyado únicamente, aunque en una medida incomparablemente más débil, por el POUM.

El Estado y sus colaboradores no olvidan estos terribles acontecimientos de la misma manera que intentan que el pueblo los olvide y, según Debord, prefieren hablar de grupos como los GRAPO, ejemplo perfecto de peligro bien controlado dado que, como el caso de las Brigadas Rojas, se trata de grupos completamente infiltrados por la policía y los Servicios Secretos. Por otro lado, los “Vascos” que luchan por obtener un estado independiente sí que se ocupan continuamente de sus presos. Y aún en el caso de obtener su objetivo, el capitalismo español podría sobrevivir perfectamente. Sin embargo, una lucha revolucionaria de carácter internacional puede ser potencialmente más peligrosa. Debord ve en el proletariado español una característica histórica fundamental que es su tendencia a la “autonomía libertaria” y en esa tendencia es donde la historia le ha dado la razón y donde ha triunfado como ejemplo histórico en un momento en el que se multiplican las luchas (feministas, ecologistas) y se muestran los límites de un movimiento obrero dominado por las burocracias autoritarias y estatistas.

Les organisations passent, mais la subversión ne cessera pas d’être aimée: <¿Quién te vio y no te recuerda?> Les libertaires sont aujourd’hui encore nombreux en Espagne, et ils seront bien plus nombreux demain. Et hereusement, la plupart, et notamment la plupart des ouvriers libertaires, sont maintenant des incontrôles. (“Las organizaciones pasan, pero la subversión no dejará de ser amada. ¿Quién te vio y no te recuerda? Los libertarios son hoy todavía numerosos en España y lo serán más todavía mañana. Y felizmente la mayor parte y claramente, la mayor parte de los obreros libertarios son ahora incontrolados.”) (Todas las traducciones son mías) (6)

En el uso de la palabra “incontrolados” para definir el carácter de los libertarios hay una evidente relación con el contenido del escrito del “Incontrolado de la columna de hierro” de 1937 y su emocionante relato de la acción revolucionaria de ésta columna de milicianos por las tierras de Valencia y Teruel.

Por otro lado, Debord analiza con su lúcido pesimismo los anhelos de modernización de la política y la sociedad españolas. Muestra otra constante de la historia española en el sentido opuesto de la anterior que es la incapacidad manifiesta de las clases dirigentes de conseguir un nivel de desarrollo económico del capitalismo comparable ni de lejos al de los países en los cuales éste desarrollo económico aseguró unos periodos largos de relativa paz social. En 1980 todo esto está en proceso de descomposición a nivel global y España ha llegado demasiado tarde: “Todos los placeres de la democracia permitida ya han pasado sus días más bellos y todo el mundo puede ver que ya no volverán. Al contrario, todo se agravará.” (7) El “Mercado común”, representado como si fuera una fiesta, no es para España tan ideal como lo representan y la producción autoritaria de mentira es tan grande que alcanza momentos de esquizofrenia pública mientras se deshace todo el orden social.

En cualquier caso, el problema del silencio sobre los presos no es tanto judicial sino de relación de fuerzas y lo fundamental es insistir una y otra vez en ello. “Todas las acciones en este sentido son buenas y las más escandalosas son las mejores” (8) Aunque también reconoce que en cuestiones estratégicas tienen prioridad las formuladas por los compañeros que sobre el terreno están trabajando. Por último da una lista parcial de nombres de presos no sin antes recordar el caso de Salvador Puig Antich, ejecutado a garrote vil en el año 1974 y cuya memoria está muy viva todavía.

El manifiesto acaba con una aportación bastante original que es la de utilizar como forma de propaganda a favor de los presos melodías de canciones populares muy conocidas con una nueva letra. Un pequeño ejemplo de détournement aplicado a la música popular que incluso se pensó editar en disco, aunque al final se desestimó el proyecto.

Quizás hay en el texto un exceso de confianza en la fuerza política posterior de los grupos libertarios y una ligera sobrevaloración del efecto político contemporáneo de la Revolución de 1936, pero la campaña tuvo un giro inesperado a pesar de la correlación de fuerzas en 1980 en la que estos grupos tenían muy pocos apoyos.

En una carta dirigida a Gérard Lebovici, el productor cinematográfico, propietario de la editorial Champ libre e íntimo amigo de Debord, el 28 de noviembre de 1980, afirma que la cuestión de Segovia ha constituido el más impresionante éxito desde 1968 aunque obtenido con muchísimos menos medios. (“Notre affaire de Ségovie me paraît le plus étourdissant succès depuis 1968, mais obtenu avec beaucoup moins de moyens”) (9)

No es poca cosa la comparación con 1968 y puede parecer un poco exagerada pero desde la publicación del manifiesto a los “estimados camaradas” en septiembre habían pasado muchas cosas. Los miembros del Grupo autónomo de Madrid fueron absueltos por “falta de pruebas”, aunque ellos mismos habían proclamado su culpabilidad y las razones de sus acciones. La policía había confiscado todo el material impreso editado con el dinero expropiado a los bancos. Quedaban todavía en prisión doce o quince miembros de los grupos autónomos de Barcelona y de Valencia condenados cada uno a siete años de cárcel y tres obreros de SEAT de Barcelona condenados a veinte años de prisión en julio de 1980, antes que empezara la campaña de solidaridad por su liberación. La decisión de liberar a la mayoría de los libertarios prisioneros viene directamente del gobierno, presidido en ese momento por Adolfo Suarez, que agobiado por los numerosos problemas del Estado no quiere que se abra un nuevo frente de protesta por todo el país. Para Debord, la parte esencial del problema está resuelta ya que la mayoría de los presos que no tenían condena son inocentes y podrán probarlo. Sin embargo, esta visión optimista del futuro de los presos se oscurecerá a partir de febrero de 1981 con el intento de golpe de estado y los cambios en el gobierno del Estado.


De l’Espagne, 1982

El interés intelectual de Debord por España alcanza su nivel máximo con el proyecto en 1982 de un documental titulado De l’Espagne que pretendía plasmar de manera exhaustiva y definitiva el espíritu de la España moderna desde el siglo XV hasta la actualidad. El documental se planteó como un rechazo total de los “españolismos” y como un intento de mostrar lo que España es realmente. El documental estaría centrado en Andalucía. Debord firmó un generoso contrato con la productora Soprofilms en octubre de 1982. El contrato incluía cuantiosas dietas, gastos de viajes y un avance de honorarios mensuales para realizar la investigación previa del documental. Sin embargo en una carta de abril de 1984 dirigida a la ya viuda de Gérard Lebovici reconoce su incapacidad de asumir el proyecto en gran medida como resultado del impacto que le había causado el asesinato de su amigo Lebovici el 5 de marzo de ese mismo año y los cambios que en la producción cinematográfica francesa este hecho suponía.

Pero el interés por los asuntos ibéricos continuó aunque de forma menos intensa y su relación con algunas personas concretas que personificaban éste interés le acompañó hasta el final de su vida. Su último film, Debord, son art, son temps concluye con la presencia en forma de fotografía de retrato de Toñi López-Pintor, llamada “la Andaluza”. La película acabó en octubre de 1994. El mes siguiente, el 30 de noviembre, Debord se quitó la vida. La película muestra el epitafio escrito por el propio autor…


La poesía

Otro aspecto no menos importante de la relación entre Debord y España es el interés que siempre mostró por los escritores de diferentes épocas y por la propia lengua. Por otro lado, no es difícil asociar a los escritores más citados con algunos de los rasgos fundamentales de su personalidad y de sus estados de ánimo predominantes. El gusto por el barroco y conceptista Baltasar Gracián (1601-1658), creador de frases y aforismos brillantes, afilados como cuchillos. Con su inconfundible mezcla de lucidez y pesimismo y su agudo sentido del paso del tiempo. La melancolía por los seres queridos que han fallecido y el elogio moral de su vida pasada lo encuentra en la poesía tardo medieval de Jorge Manrique (1440-1479) y el deseo sexual ilustrado con imágenes surrealistas lo encuentra de Federico García Lorca (1898-1936). Esta mezcla entre lucidez despiadada, melancolía y deseo no define mal algunos de los principales rasgos estéticos y personales de Debord, quien siempre se movió entre la vanguardia más radical y el clasicismo más depurado.

Gracián es el más citado desde mucho tiempo antes de 1980, momento en el que está centrada esta pequeña investigación. Ya en 1967, en La sociedad del espectáculo, se puede leer como encabezamiento del capítulo VI titulado El tiempo espectacular, una cita de Baltasar Gracián extraída de El criticón (1651-1657): “Nada tenemos salvo el tiempo, del que goza incluso quien carece de morada”. (10) En el primer tomo de Panegírico, escrito en 1989, también hay varias referencias a Gracián. La primera aparece en el capítulo III, cuando comenta algunas de las dos o tres pasiones que han alimentado su vida y entre ellas, quizá la primera sea la pasión por la bebida: “Del escaso número de cosas que me han gustado y he sabido hacer bien, lo que seguramente he sabido hacer mejor es beber. Aunque he leído mucho he bebido más. He escrito mucho menos que la mayoría de la gente que escribe; pero he bebido mucho más que la mayoría de la gente que bebe.” (…) Y ahora es cuando introduce la cita: “Me pudo contar entre aquellos de los que Baltasar Gracián, pensando en un grupo de escogidos que identificaba sólo con los alemanes –siendo aquí muy injusto, en detrimento de los franceses, como creo haber demostrado–, podía decir: “Hay algunos que no se han emborrachado más que una sola vez, pero les ha durado toda la vida”. (11) Y lo que encontró en la bebida no es desdeñable para una persona como él con un sentido tan agudo del paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la banalidad de muchos de los afanes humanos: “Lo primero que me gustó, como a todo el mundo, fue el efecto de la ebriedad leve, pero muy pronto me empezó a gustar lo que hay más allá de la ebriedad violenta, una vez se ha franqueado ese estadio: una paz magnífica y terrible, el verdadero sabor del paso del tiempo.” (12)

El capítulo IV también comienza con una cita de El discreto (1646): “Grande diferencia hay de los hazañosos a los hazañeros, y aún oposición, porque aquellos, cuanto mayor es su eminencia, la afectan menos; conténtanse con el hacer y dejan para otros el decir, que, cuando no, las mismas cosas hablan harto. Que si un César se comentó a sí mismo, excedió su modestia a su valor, no fue afectar la alabanza, sino la verdad”. (13)

Y esta cita es importante porque este capítulo está dedicado a señalar que él ha vivido como había dicho que había que vivir. Cosa rara en su generación cuyos miembros parecen creer que deben vivir siguiendo las instrucciones de quienes detentan la producción económica y los medios de comunicación con los que se han armado. También reconoce en otro lugar que no es fácil vivir siendo consecuente con unas ideas que no son precisamente las ideas dominantes. Entre otros aspectos de su vida esto se plasma claramente en la idea del trabajo. Porque fue precisamente él quien escribió en las paredes de París la frase “Ne travaillez jamais!” Sin embargo, aplicó a su vida con toda radicalidad esta máxima, no sin dificultades:

“Conozco muy bien mi época. No trabajar jamás exige mucho talento y es una suerte que yo lo haya tenido. No me habría hecho ninguna falta, y desde luego no lo habría empleado con el objetivo de acumular excedentes, si hubiese sido rico de nacimiento (…) Mi visión personal del mundo no excusaba esa clase de prácticas en torno al dinero salvo para conservar mi total independencia y sin comprometerme a nada a cambio. (…) Mi rechazo al “trabajo” quizá haya sido incomprendido y mal visto. Desde luego no pretendí embellecer esa actitud por medio de ninguna justificación ética. Simplemente quise hace lo que más me gustaba. De hecho a lo largo de mi vida he tratado de disfrutar de un buen número de situaciones poéticas y también satisfacer algunos vicios anexos pero importantes. El poder no figuraba entre ellos. Amo la libertad, pero el dinero, desde luego, no. Como dijo aquel: “El dinero no es un deseo de infancia” (14). Evidentemente, no hay que entender con esto que jamás tuviera ningún ingreso económico, que sí que los tuvo a partir de sus escritos, sus películas y sus traducciones, sino una defensa de un cierto tipo de vida no sometida a los dictados del trabajo alienado. Su consecuencia práctica inmediata fue la pobreza económica pero también el disfrute de mucho tiempo libre, en el sentido literal del término. Sí que se puede entender, a mi juicio, como un ejemplo del “ser dueños de la propia vida” que tanto habían reclamado desde la Internacional Situacionista.

El interés por los escritos de Baltasar Gracián es vivo y permanente hasta el extremo de intercalar citas del escritor barroco en cartas privadas, como en la anteriormente citada con Lebovici en la que constata que sus interlocutores españoles no han leído al autor barroco: ya que “ni el tiempo ni las estaciones esperan a nadie” (15). Para Anselm Jappe el interés de Debord por el conceptismo barroco va más allá de los temas (el paso del tiempo, el mundo como teatro, el pesimismo) y se refleja en su propio estilo literario: “Y si muchos han subrayado lo que el estilo de Debord debe a los moralistas franceses del siglo XVII, conviene señalar también una cierta semejanza con el conceptismo español: el estilo denso que, no utilizando ni una palabra más de lo necesario, se aproxima a la poesía; la posibilidad de un segundo sentido se esconde detrás de lo que la primera lectura revela; las numerosas alusiones literarias; el amor a la metáfora.” (16)

Incluso, se podría decir que la propia estructura de la Sociedad del espectáculo divida en breves, concisos y muy trabajados parágrafos numerados recuerda a la del Oráculo manual y arte de la prudencia (1647) con sus afilados y breves aforismos numerados sistemáticamente.

Si bien Baltasar Gracián representa un interés permanente a lo largo de su vida intelectual, en 1980 Debord traduce y edita las Glosas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. (17) La elegía de Jorge Manrique, escrita en 1476, no era demasiado conocida en Francia al contrario de la gran popularidad que siempre ha tenido en los países de lengua castellana. El contenido del poema entronca directamente con los intereses intelectuales y la sensibilidad de Debord: el desprecio de las cosas materiales, la fugacidad del tiempo, la hostilidad hacia su época, la poca confianza en las virtudes humanas y sin embargo, el poema contiene también la alabanza de toda una serie de virtudes personales, básicamente de carácter moral (valentía, generosidad, prudencia, justicia… los valores caballerescos que ya empezaban a entrar en decadencia) que a la postre son en los que se ha basado el valor de su vida terrenal y el contenido de su vida posterior entendida como la vida de la “fama” que su recuerdo ha dejado: “que aunque su vida perdió, dejónos harto consuelo su memoria” dice el poeta.

El libro que contiene la edición bilingüe de la elegía de Manrique va acompañada de una introducción que para el presente estudio se revela muy importante, porque concluye con una intensa declaración de su gusto y cercanía por las personas que ha dado la historia y la literatura españolas y que le permiten decir que conoce la “auténtica España”:

“Quand on a eu le bonheur de connaître l’Espagne véritable, sous l’une ou l’autre des admirables figures qu’elle a fait paraìtre dans l’histoire de ce siècle, et déjà précedemment, on a dû aussi aimer sa langue et sa poésie.” (18) (Cuando se tiene la dicha de conocer la auténtica España a través de alguna de las admirables figuras que han aparecido en este siglo y en los precedentes, no se puede no amar también su lengua y su poesía”).


El amor

Pero si seguimos el hilo de sus traducciones del español de los años ochenta hay una claramente significativa en 1988 que muestra un giro radical en los temas que trata y los sentimientos que refleja. Se trata de la traducción y publicación de la poesía de Federico García Lorca La casada infiel. El erotismo directo, evidente y al mismo tiempo construido sobre metáforas surrealistas de la preciosa poesía de Lorca está dirigido a una persona concreta. No estamos ante la melancolía de la evocación de los amores pasados ni ante la certeza de la finitud de la vida humana, ni ante la sospecha de la mentira en un mundo convertido en teatro. Estamos ante la vivencia del amor físico, directo, claramente sexual. Poesía narrada por un hombre que atiende casi “por compromiso” los deseos ardientes de una mujer que es capaz de mentir sobre su matrimonio para poder pasar la noche con él.

“Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.”

La traducción de la poesía erótica de Lorca está dedicada a una mujer concreta, Toñi López-Pintor, a quien llamaba “La andaluza”. La dedicatoria dice: “Querida Toñi, espero que esta traducción de La casada infiel te gustará. (…) fielmente, Guy”. (19)

Pero lo importante para éste artículo es la irrupción del sentimiento amoroso en su aspecto más directo. Debord afirma en Panegírico (1989):

“El joven Musset llamó la atención antaño con su irreflexiva pregunta: “¿No ha visto usted, en Barcelona, / a una andaluza de pecho moreno?” ¡Pues sí!, debo decir desde 1980. Yo tomé parte en las locuras de España, y tal vez ésa fue la mayor. Pero era en otro país en el que había aparecido aquella irremediable princesa con su belleza salvaje y su voz. “Mira como vengo yo”, decía muy genuinamente la canción que ella cantó. Y aquel día, ya no escuchamos nada más. Amé durante mucho tiempo a esta andaluza. ¿Cuánto tiempo? “Un tiempo proporcional al de nuestra endeble y vana duración”, dijo Pascal.” (20)

Como he comentado antes, se puede decir que le acompañó hasta el mismo final de su vida porque la fotografía de Toñi López-Pintor es la última de las imágenes de su última película.

Esta irrupción de un nuevo amor en la vida de Debord, que ya había cumplido los cincuenta años y que mantenía una relación estable con Alice Becker-Ho, no es un hecho menor. Y no es menor porque es en el ámbito de la vida cotidiana, en el ámbito apartado del trabajo alienado, en un ámbito casi secreto y estrictamente protegido en el que pudieron construir los situacionistas y por extensión los revolucionarios un frágil ámbito de libertad.

Vaneigem afirmó en 1967: “El asco que nace de un mundo desposeído de su autenticidad reanima el deseo insaciable de contactos humanos. ¡Qué feliz azar es el amor! A veces pienso que no existe otra realidad inmediata, otra humanidad tangible que la caricia de un cuerpo femenino, dulzura de la piel, tibieza del sexo. Que no existe nada más, pero que esta Nada se abre sobre una totalidad que una vida entera no podría acallar”. (21)

En el Tratado del saber vivir… de Vaneigem, publicado en 1967 podemos encontrar muchas y encendidas referencias al amor como el modelo de la comunicación auténtica y como modelo además de actitudes revolucionarias y subversivas:

“Los que hablan de revolución y de lucha de clases sin referirse explícitamente a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor y de positivo en el rechazo de las obligaciones, tienen un cadáver en la boca.” (22)

Pero el amor además conecta directamente con el núcleo de la subjetividad radical que también es el núcleo de la rebeldía y el origen de las posibilidades revolucionarias. El acto amoroso libre, despojado de todas las cortapisas institucionales y burguesas, es también por su intensidad, un acto de unión, de comunicación y de reconciliación con la realidad:

“La pasión del amor lleva en sí el modelo de una comunicación perfecta: el orgasmo, el acuerdo de la pareja en el acmé. En la oscuridad de la supervivencia cotidiana, es el resplandor intermitente de lo cualitativo. La intensidad vivida, la especificidad, la exaltación de los sentidos, la movilidad de los afectos, el gusto del cambio y de la variedad, todo predispone a la pasión del amor a reapasionar los desiertos del Viejo Mundo…” (23)

Vaneigem declara que es la Internacional Situacionista el único grupo que defiende la subjetividad radical y por tanto ésta visión del hecho amoroso. Llega incluso a plantear una pauta posible de conducta basada en la obertura al cambio de las personas en las que se deposita este sentimiento pero la permanencia constante y simultánea de aquellas relaciones que forman parte del entramado vital:

“En el plano social, ese juego de actitudes podría traducirse en el cambio de parejas y el apego simultáneo a una pareja pivotal.” (24)
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Guy Debord y Michèle Bernstein durante el rodaje del film Critique de la Séparation (1961). Bernstein fue, además de miembro de la Internacional Letrista y la Internacional Situacionista, la primera esposa de Debord. Se divorciaron en 1972.

El “ser dueños de nuestras propias vidas” en un medio hostil implica también esa transformación de la vida privada y la vida cotidiana. Precisamente en la institucionalización de las relaciones personales en forma de matrimonio, familia convencional, distribución de los roles es donde reside una de las formas fundamentales de la reproducción del sistema. Y la Internacional Situacionista fue una de las primeras organizaciones que incidió precisamente en esta conexión entre la transformación del mundo y de la vida cotidiana. La “fuerza subversiva del amor” se dirige sobre todo contra aquellas instituciones que quieren definirlo, encajonarlo, limitarlo y someterlo a las normas religiosas o burguesas.

Se puede pensar que también era éste el pensamiento de Debord respecto al acto amoroso. Sin embargo, en sus escritos es muy púdico respecto a este tema en el plano personal. Y en el plano político hay muy pocas alusiones a una teoría transformadora de las relaciones de la vida cotidiana más allá del impacto que La Sociedad del Espectáculo produce en ellas en forma de alienación y el efecto liberador que tendría acabar con éste tipo de sociedad. Por otro lado, dentro de las tareas de la Internacional Situacionista, da un poco la impresión de una tácita separación de los temas, sobre todo a partir de 1967 con la publicación de los dos libros fundamentales del momento. Por un lado Debord se ocupa en La Sociedad del Espectáculo de la crítica “macro”. Es decir, de las características específicas del modo de producción capitalista en nuestra época. Mientras que Vaneigem en el Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones se encarga de lo “micro”: la subjetividad radical, el deseo, el amor, el placer como elementos de rebeldía y subversión. Pero, por otro lado, choca con la “mala fama” de Debord la delicada inclusión que hace en muchas de sus obras de las personas que lo acompañaron a lo largo de su vida. Y esa referencia autobiográfica, cándida y tierna (que en ocasiones se limita a la presencia de los retratos de estas persones) alcanza su punto culminante en el final ya comentado de su última película, que se puede entender como una despedida de las persones amadas ante la perspectiva de la muerte. Por otro lado, no deja de ser un contraste ésta delicadeza con la dureza sin paliativos con la que trató a la sociedad y sus contemporáneos.

En Panegírico podemos encontrar la referencia a su gusto por las mujeres extranjeras y su hincapié en el amor por “la andaluza”:

“Se puede decir que siempre me han gustado las extranjeras. De Hungría y de España, de China y de Alemania, de Rusia y de Italia, vinieron aquellas que llenaron de goces mi juventud. Y más tarde, cuando tenía ya el pelo blanco, perdía la escasa razón que el largo transcurso del tiempo, a duras penas, había conseguido darme, por una muchacha de Córdoba.” (25)

Es de suponer que la “muchacha de Córdoba” sea la misma muchacha que conoció en 1980, citada anteriormente, que fue amada durante mucho tiempo y en el momento que Debord escribe esto, 1989, todavía duraba ese sentimiento. Que de hecho no desaparecerá más que con el final de su vida. Sin embargo, esta relación no supuso en absoluto la ruptura con Alice, su compañera de vida desde muchos años atrás. Ni que decir tiene que la larga relación con la “muchacha de Córdoba” fue un elemento importante de su pasión por las “locuras” de España.



Por último…

En este escrito he querido mostrar la sorprendente “pasión” que Debord sintió por la política y la cultura españolas. Que si bien siempre estuvo presente (como he analizado en el artículo anterior dedicado a la visión de España de la Internacional Situacionista), alcanza en los años ochenta un impulso especial. El interés mostrado es especialmente coherente: el gusto por la literatura, ya sea barroca (en especial Gracián, pero también Cervantes) por la melancolía medieval de Jorge Manrique o el deseo vanguardista de Lorca, liga con la fascinación por la Revolución de 1936, que fue eminentemente anarquista. Su profundo conocimiento de Marx no fue un problema en absoluto para sentirse camarada de los libertarios encarcelados en Segovia y otras cárceles españolas, en los que veía herederos directos de aquella revolución vencida por el estalinismo y el fascismo. En una de las últimas cartas que se cruzó con Lebovici le recuerda la tarea pendiente de editar los escritos de Durruti… (“Queremos la revolución y la queremos ahora” decía Durruti en 1936)

Y la irrupción del amor físico, real, en la persona de la “muchacha de Córdoba” viene a “cristalizar” en una mujer concreta este conjunto de pasiones.

En 1957 Debord publicó la Guía psicogeográfica de París con el subtítulo Discurso sobre las pasiones del amor. En los años ochenta y hasta el final de su vida, no pocas de estas pasiones tuvieron que ver con la poesía, la política y algunas personas concretas que todavía están presentes en la realidad española.





1.-DEBORD, Guy. Oeuvres, Paris, Gallimard, 2006 p. 1.477 Se trata de la edición en francés de las Obras Completas. Además las notas que su editor (Jean –Louis Rançon) en colaboración con Alice Debord han añadido son muy útiles e interesantes. Las traducciones son mías

2.-Ibid. p. 1.480 La traducción de Debord se publicó en edición bilingüe: UN INCONTROLADO. Protestation devant les libertaires du présent et du futur sur les capitulations de 1937, Paris, Éditions Champ libre, 1979

3.- http://digilander.libero.it/biblioego/ColFer.htm Esta web italiana de contenidos libertarios publica la versión original en castellano de la Declaración ante los libertarios del presente y del futuro sobre las capitulaciones de 1937. Firmado por un “Incontrolado” de la Columna de Hierro.

4.- ORWELL, George. Hommage to Catalonia, London, Penguin Books, 2000 p. 88

5.- DEBORD, Guy, Oeuvres, p. 1.513

6.- DEBORD, Guy. Op. Cit. p. 1.515

7.- Idem p. 1.516

8.- Idem p. 1.519

9.- Idem p. 1.528

10.- DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo, Valencia, 2003 p. 133

11.- DEBORD, Guy. Panegírico. Tomos primero y segundo. Madrid, Ediciones Acuarela y Machado, 2009 p. 76

12.- Idem p. 77

13.- Idem p. 87

14.- DEBORD, Guy. Esa mala fama… Logroño, Pepitas de calabaza ed. 2011 p. 19

15.- DEBORD. Guy. Oeuvres, p. 1.534

16.- JAPPE, Anselm. Guy Debord, Barcelona, Anagrama, 1998 p.10 Sin duda la mejor biografía “política” y filosófica de Debord.

17.- MANRIQUE, Jorge. Stances sur la mort de son père, Éditions Champ libre. 1980. Éditions Le temps qu’il fait. 1995 Edición blilingüe y traducción de Debord.

18.- DEBORD, Guy. Oeuvres. p. 1.507

19.- Idem p. 1.654

20.- DEBORD, Guy. Panegírico. Tomos primero y segundo. p. 96

21.- VANEIGEM, Raoul. Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, Barcelona, Anagrama, 2008 p. 297

22.- Idem p. 29

23.- Idem p. 295

24.- Idem p. 298

25.- DEBORD, Guy. Panegírico. Tomos primero y segundo. p. 68

Luis Fernando López Noriega

En la biografía on line de este joven escritor colombiano se puede leer:

«Luis Fernando López Noriega es doctor en Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Profesional en Lingüística y Literatura. Realizó estudios de análisis del discurso y en Literatura Hispanoamericana. Profesor de literatura Latinoamericana en la Universidad de Córdoba-Colombia. Miembro del Grupo de Investigación de Memoria Histórica de la Universidad de Córdoba. Ha publicado diversos artículos que exponen los resultados de sus investigaciones sobre la novela colombiana en revistas especializadas como Poligramas, de la Universidad del Valle, y Cuadernos de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad del Atlántico. Publicó un libro de investigación sobre la novela en el Caribe colombiano después de García Márquez: Calibán y Afrodita, la novela en el Caribe colombiano después de la modernidad. Zenú editores, Montería 2013. Ganador del Premio Nacional de Cultura en la línea de Narrativas de Vida del Centro Nacional de Memoria Histórica, Bogotá, 2011.»

La riqueza y pluralidad de la producción literaria del Caribe hispanohablante del nuevo milenio es el resultado de las dinámicas internas que la han forjando. Lo que une a autores tan diferentes es el contexto histórico en el que nacieron, se educaron y comenzaron a escribir y publicar. Todos ellos han crecido en un mundo y en un continente que han experimentado profundos cambios y en los que se han modificado los valores, las referencias, los hábitos de vida y de pensamiento que correspondían a sus respectivas culturas desde hace muchísimo tiempo. Algunas tendencias de la nueva narrativa que se asientan, por ejemplo, en la indagación del yo y su entorno, en la exploración de la memoria colectiva, en la fantasía o en el juego estético, exhiben como rasgo distintivo la existencia de una extraterritorialidad atravesada por fronteras identitarias y geográficas que intentan redefinirse a través de las distintas formas de la memoria, la crónica, o la autobiografía en las que un narrador o personaje interpreta la condición de distanciamiento o de quiebre con la historia pasada. Estos factores permiten establecer de alguna manera una divergencia de la época presente y las décadas anteriores del siglo XX, conllevando a una proceso de desmistificación de los discursos oficiales sobre algunos de los mitos fundacionales, así como a la fusión de lo que otrora fue la alta cultura con la cultura popular. Si bien las fronteras mentales y los imaginarios de los narradores siguen estando vigentes, sin embargo, estos se ven afectados por los procesos de globalización y, por consiguiente, han tenido que operar dentro de la lógica global, la cual exige reformular las nociones del pasado a la luz de los problemas y las situaciones actuales.

En el espacio híbrido de la frontera (Colombia – Argentina) en el que se mueve el personaje principal (Kaloomba) en el relato de Luis Fernando López Noriega: Kaloomba y Dios, se observa un universo que escenifica muchos de los cambios sobrevenidos en los últimos tiempos, incluso la oscilación que se establece entre las diversas cartografías temporales que afectan al imaginario individual y colectivo. Esto permite al narrador moverse libremente, repasando por la Historia cultural y social de las dos naciones en una suerte de presente continuo. Las ciudades en las que se articula la trama de Kaloomba y Dios son el reflejo de la marginación impuesta por Occidente al continente latinoamericano. Entretanto, estas se han ido despojando de un cierto anacronismo cultural, tal y como lo había concebido la historia y la estética del siglo pasado, para incorporarse en el proceso de desarticulación de los moldes tradicionales que enfrentan sus habitantes. Un proceso en constante construcción/deconstrucción que transforma a las ciudades en un espacio más híbrido que las identificaciones y las fronteras y en las que, por momentos, sus pobladores experimentan un cierto sentimiento de pertenencia y de sentido a los vínculos…

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KALOOMBA Y DIOS


En su casa no hay sitio para ocupar con tanta letra, con tanta fotografía, con tanta columna de opinión, con tanta historieta, con tanta moda, con tanto papel, con tanto color… Los rimeros de diarios y revistas forman gigantescas sombras detrás de las puertas, detrás de las ventanas. Para entrar se debe saber muy bien lo que se quiere, no sea que se pueda morir aplastado por una columna de Vogue o Cosmopolitan o revista Motor… es una casa ubicada en el centro de la ciudad, en realidad fea, asediada por los ruidos circundantes de autobuses y vendedores ambulantes. La gente viene aquí para resolver dilemas cotidianos: los que coleccionan modelos de grabados en yeso encuentran su lugar; los que desean conseguir el último número donde aparece la Ginger de Australia, enseñando las últimas posiciones para hacer el amor, se van para el rincón. Ya no se sabe quién es quién: si la casa se llama Kaloomba o es Kaloomba la que ha adquirido las dimensiones de la casa. Ella no se agobia por nada, ni siquiera se mortificó cuando hace varios años atrás fue expulsada de Zeus, o mejor cuando se enteró que Zeus iba a ser demolido.

Al despertar encuentra su gran tazón de café en el escritorio donde rectifica las listas de pedidos para el día. Kaloomba sabe que los clientes no tardan, que siempre llegan con prisa y queriendo lo último en publicación. Así que mantiene contactos rutinarios con distribuidores, coleccionistas, y no desprecia las buenas oportunidades con contrabandistas. Siempre ha sido así. En Zeus, aquel burdel–manzana fantástica con múltiples luces de colores en la puerta de doble hoja; aquel puteadero de puta madre, tan famoso en la ciudad hace tanto tiempo junto al río. Ella se respetaba como administradora, y cuando se le daba la gana, ocasionalmente con algún amigo que visitaba el lugar, como prostituta de la vieja guardia o dama de compañía… pero eso fue en el tiempo de la felicidad dilapidada a manos llenas entre ron y sonido de tambores, hasta que recibió la comunicación imperativa donde se le ordenaba la clausura del negocio por mensaje expreso del gobernador de turno. Ya conocía ella el carácter putañero de estos personajes: unas niñas para divertirse las noches que sean necesarias, trago fino para aceitarles la garganta por cuenta de la casa y todo lo que pidan de más. Así pensó solucionar el problema, (que no era la primera vez que recibía un mensaje con esas características de cumplimiento y «estricta obligatoriedad»). Pero todo fue en vano: «Sí, Kaloomba, no soy yo el que jode esta vez, tú bien sabes que me gusta Zeus. La vaina viene de más arriba». Fue la respuesta del gobernador. Así, Kaloomba sólo intuía el nombre de ese súper Dios capaz de destronar al mismísimo amo y señor de todo el Olimpo de burdeles de la ciudad. Lo cierto fue que ella no tardó en emprender todas las labores para cancelar el servicio: cerrar el lugar, revender los muebles del zaguán, pagarles a los meseros y a las niñas, clausurar las funciones de sexo en vivo de las doce. Sin embargo, si Kaloomba ejecutó tales actos sin pretensión alguna, sin echar ni una sola maldición al aire puesto que no tenía persona para maldecir, fue por la sencilla razón de que ya se le había ocurrido otra idea o tenía otro negocio entre manos: una de las cosas que más gustaba en Zeus, además del buen trato, era el pequeño vestíbulo que comunicaba hacia las habitaciones de la planta baja. En realidad no era un sitio adornado con gusto exquisito. Era una simple sala de piso en baldosín blanco, algunos enseres baratos y raídos por el uso, y un olor a cosas guardadas que podía desesperar. Pero justo ahí estaba la pequeña vitrina exhibiendo aquellas revistas tan gustosas de leer mientras se esperaba el turno para el sexar en privado: revistas no sólo porno–estrambóticas que incitaban la imaginación y levantaban el ánimo, sino también las historias de vaqueros de la colección «Colt 45» que tanto se peleaban los clientes más asiduos del burdel.

Así fue como empezó esta casa de letras, de papel, de cromos pegados a las paredes. Kaloomba, con los ahorros de su ocasional actividad prostibularia, viajó a la Argentina justo para contactarse con las distribuidoras de estas revistas de historias de amor en los jardines de una mansión casi derruida o el duelo de revólveres en el desierto, territorio de forajidos muy buscados (reward), vivos o muertos. Esta parte de su propia historia debería titularse «invierno en Buenos Aires». La labor consistió, en realidad, en visitar aquellas librerías de viejo del centro donde se podía encontrar noli turbare circulos meos en el sitio de una ciudad para enloquecer después de haber visto los números perdidos de colecciones que son verdaderas reliquias. Caminó Kaloomba por Florida a menudo entre el sueño o la ensoñación de un julio frío, aún en los sótanos de Corrientes, pensando en la frase que había leído en uno de esos laberintos: «Tiempos de labios de lima en rostros sucesivos tú te aguzas, te enfebreces…» Hasta que en medio de esa oscuridad leve mordieron su nalga izquierda mientras palpaba uno de los trece libros de «Elementos» de Euclides.

Al darse la vuelta, no sin antes lanzar un alarido que se ahogó en el muro frontal del sótano, se topó con un jayán que la observaba con detalle. Un hombre alto de largos brazos, rostro duro, pero mirada tierna vertida en unos ojos tan azules como el océano en sus profundidades aumentadas por los gruesos lentes. Kaloomba no supo qué hacer ni qué decir. La figura extraña venía siguiéndola desde hace varios días atrás, y simplemente ahora cayó en la cuenta de la misma manera en que ahora sentía lo que hace mucho tiempo no sentía: una aguda presión en la boca del estómago y unas ganas de vomitar sólo comparables con la especulación metafísica del amor… El jayán extendió su mano derecha para enseñarle un librito: el número más buscado de las historias de Jerry Spring, un cuento rebuscado en verdad que más valía por su significado alegórico que por la maestría literaria. Sin embargo, este fue el abrebocas de una larga charla entablada entre Kaloomba y el corpulento hombre. Ella no supo el nombre de él. Al parecer en las líneas y en las circunvoluciones en las cuales toda conversación entra o sale de temas que pueden versar sobre la voracidad sádica, el grito animal, o el mugido que unas fauces dentadas emiten a la hora de elaborar un verdadero bestiario citadino, bonaerense, aquel señor (que ahora sí era un «señor» y no un enfermo sexual que gustaba morder nalgas a mujeres desprevenidas) no mencionó su nombre. Pero era realmente todo un gesto de figura libresca. No sólo conocía las colecciones innombrables de relatos porno-circenses, sino también las más encumbradas ideas de la Terre et les Rêveries du repos y el enaltecido e inspirado poeta del ogro Cronos de Aune Sērēnité Crispēe. Kaloomba y el jayán (que ahora lo llamaría así por un convenio tácito), luego de más de dos horas de charla en el Roma restaurante, decidieron tomar el subte rumbo a Chacarita para conocer la tumba de un ruiseñor…

La ciudad adquiría un matiz cada vez más interesante, más íntimo: la Avenida Nueve de Julio, con el obelisco al fondo en forma fálica apuntando hacia el mismo centro del cielo, se enrojecía por una tarde casi en las horas de su muerte. El teatro Colón con sus columnas dóricas soportando el peso de un artesonado de figura enrevesada en el frontis opalino se encendía ahora de manera vistosa. Los transeúntes disminuían la marcha apresurada para internarse en las profundidades calurosas del tren subterráneo en Corrientes, y un gran silencio se cernía sobre todos los cuerpos metamorfoseados de la animalidad y la agitación a la calma del final de un día de trabajo.

Kaloomba pensó, mientras se balanceaba rítmicamente al son de la serpenteante máquina del tren que de momento en momento daba la impresión de estar a punto de desarmarse en estaciones pasajeras, que si el jayán lo quisiera podían tener sexo agresivo adoptando la posición más rápida pero no menos excitante: la del toro que penetra como el trueno. Entonces imaginó el miembro viril de ese hombre: «Amo del huracán», «Dios del cuerno», para luego darse cuenta de que él estaba pensando lo mismo… que ella se convertiría en la «Gran vaca», la vaca Hator, de sexo abultado, extendido, aterciopelado, pero de «bruñido azabache», gruta donde otra vez descansaría su espada, la espada mágica de artúricas dimensiones, potenciando todas las fuerzas malignas y benignas en esa posición tan gozosa y tan sabrosa que además, es menester pensarlo, conserva la naturaleza violenta, excitante, del sexo furtivo, del Poseidón manifestando a Fedra, o de Zeus unido a Antíope «tratando de violar a Demeter bajo la forma de un toro fogoso»… y entonces aquí el pensamiento de ella y de él se encuentran en un punto que culmina el trayecto de la imaginada libertad sexual o de la soltura pornográfica (simbólica obviamente) en el éxtasis que al igual que el tren llega a su clímax con un silbido o grito casi simiesco.

Ahora la ciudad se escondía tras un velo azulado oscuro de neblina que avanzaba lentamente sobre los edificios y sobre las tumbas del cementerio de Chacarita. El frío penetraba los huesos, clavaba sus estacas en las rodillas y en los nudillos de manos y pies. Kaloomba y el jayán se encontraban frente a la escultura del ruiseñor. Permanecieron ahí observando la figura, tiritando, chasqueando los dientes hasta que la luna asomó una de sus puntas después de atravesar una nube densa de humedad. Ya era demasiado tarde…

No supo nada más del jayán los días posteriores. En vano frecuentó los sitios que hicieron parte de una geografía del encuentro; pero esta vez, más bien, de la conciencia de la pérdida. Lo había hecho todo para propiciar, si es que el jayán en realidad lo que deseaba era no tener citas programadas o lugares en la ciudad muy frecuentados o cotidianos, un improvisado tropezón en la calle de la universidad, en Puán. Y ahí, sin embargo, cayó en la cuenta de lo estúpida que se veía a su edad madura buscando en definitiva a un amante efímero, cuando ella en los tiempos en que Zeus aún existía se daba el lujo de escoger al efebo de la noche que más le resultara atractivo. Además, ya había realizado los contactos con las distribuidoras de las revistas y era ésta su principal misión. También conoció los sitios más elogiados por su belleza. Así que ahora era tiempo de volver. Sin embargo, en su habitación del centro, en la mesita de noche, estaba aquel librito de aventuras del oeste que le regalara él aquella vez. Al abrirlo por casualidad mientras preparaba su maleta leyó la dedicatoria más extraña: no convenían estas palabras con la idea que tenía de esos amores tipo historias «Bianca» o «Jazmín» en las cuales las lejanías se lloraban o se resolvían en conmovedoras acciones de valor. «Nos volveremos a encontrar cualquier día, querida Kaloomba, para perdernos otra vez… JULIO C».

Pensó ella que todo al fin y al cabo parecía planeado por el destino. El destino que es importante justo en el momento de apretar el gatillo y atinar. El destino que es esencial a la hora de montar el caballo y contar con suerte para pasar la frontera sin ser visto por los alguaciles. El destino que destinaba a un forajido a la horca. Así que Kaloomba guardó aquel librito de las aventuras de Jerry Spring y aún hoy lo atesora y lo lee y lo relee como si fuera la Biblia cada instante en que se siente perdida o asediada por algún problema que al final deja resolverse solamente por la mano indescifrable e inefable de ese Dios sin forma, sin rostro.

Y sin embargo, ahí mismo, en el lugar de su perdición, no dudó en preguntarse con la perplejidad y a la vez el anhelo de un mortal : ¿Pero cuánta fe se necesita para cabalgar sobre este Dios…?

EL CAMPO DE LA NOVELA EN EL CARIBE COLOMBIANO DESPUÉS DE LA LITERATURA DELBOOM

de Luis Fernando López Noriega – Universidad de Córdoba (Colombia)

Créditos: Foto de Rafael Rodríguez Ortiz por Pixabay

Convengo con la tesis aquí propuesta por el profesor Luis F. López Noriega, en donde se afirma que si bien sea cierto que el escritor colombiano Gabriel García Márquez representa una figura arquetípica en el panorama de la narrativa latinoamericana del siglo pasado, en virtud de los méritos alcanzados como escritor y por la aceptación conferida por el mundo académico, resulta ser también cierto que su imagen de escritor ha dejado en la sombra a otros escritores de igual renombre. Además de los ya citados Manuel Zapata Olivella, Roberto Burgos Cantor y Germán Espinosa, habría que señalar también a otro autor de gran importancia como lo fue Álvaro Mutis (de quien Márquez fue grandísimo amigo suyo), Hoy en día d Álvaro Mutis es una especie de desaparecido, de incomprendido: sus libros se encuentran, aquí y allá, pero ¿quién habla ya de ellos?

Maqroll el Gaviero, una especie de Marlow conradiano, es el personaje por antonomasia de las historias de Mutis. Para su autor encarna el emblema de las vicisitudes y de la “desesperanza” de Sudamérica. Se podría afirmar que Mutis es el portavoz de la descomposición de la civilización europea en tierras tropicales, así como Márquez lo es de la decadencia del patriarcado tradicional de la costa caribeña, espacio por antonomasia de la civilización y de la cultura que se oponen a la barbarie del interior. Acerca de esto hay una anécdota muy interesante que se revelará fundamental para la elaboración del concepto de literatura en Márquez, la cual se refiere a cuando el escritor comienza a definir en las páginas del diario «El Heraldo» los puntos de referencia estética y cultural de la costa caribeña, contraponiéndolos con el anquilosado tradicionalismo costumbrista de la capital colombiana y de la zona andina. Un anhelo de trascendencia lo había impulsado a reflexionar sobre las relaciones que existen entre lo regional y lo universal, entre el provincialismo y el centralismo. Su experiencia sobre la marginalidad de la costa con respecto a la cultura cachaca instituida fue, en un primer momento, de carácter reivindicativo. De hecho, en las páginas del diario, el aún poco conocido García Márquez arremete contra la presunción y el exclusivismo parroquial de los exponentes de la capital que, anota el autor, expanden a dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar el provincialismo literario por toda Colombia. Posteriormente, este impulso irá madurando y se mezclará con la necesidad de trascender la dimensión local, así como el concepto de realismo y el de literatura institucionalizada. A partir de estas primeras observaciones de la realidad latinoamericana la obra de García Márquez presentará en su interior una componente dialéctica que agita las contradicciones y ambivalencias que existen entre culto y popular, típico y universal, colectivo e individual, mito e historia, maravilloso e ironía, etc.

El personaje de Maqroll recorre la poesía de Álvaro Mutis desde sus primeras composiciones juveniles y luego se configura como protagonista de un ciclo de novelas que han dejado la exclusividad del espacio poético a la voz íntima y personal de su creador. A lo largo de su obra es posible percibir los efectos funestos provocados por la epopeya europea, la cual pretendía imponer formas utópicas en el espacio americano y cuya modernidad no ha sido otra cosa que el resultado de una engañosa ilusión de sueños y miserias. En otras palabras, fue una pretensión que quiso remodelar el espacio geográfico natural americano, pensando que en él habrían podido proliferar los mitos de Occidente y que más tarde quiso transformar en un espacio cultural, representado siempre con los elementos provenientes de esa misma Europa. Así que Maqroll constituye el héroe que hace regreso de las grandes ilusiones para emprender una y otra vez el camino en busca de las ilimitadas esperanzas que entretejen ese mismo imaginario. Una especie de mendigo de pecados entre Amberes y la cordillera de los Andes, entre los mercados de Oriente y los abismos metafísicos de la selva colombiana.

Álvaro Mutis al igual que García Márquez, transforma el espacio geográfico en testimonio del sistema de razonamiento de los pueblos que lo habitan, partiendo de la distinción que se establece entre el artificio de la esperanza y el desencanto de la actitud desesperanzada que viven los personajes de sus novelas. En particular, en Mutis se hace manifiesta una forma de rebelión contra las grandes construcciones históricas de la tradición europea; el autor se centra en la caracterización de un mundo agonizante de acciones humanas en donde no se espera nada. En otras palabras, estamos ante la presencia de las que parecen ser las coordenadas del pasado y parte del presente. Un espectáculo promovido desde antiguo por las antinomias colonización-barbarie, riqueza-saqueo, magia-realidad, cultura-ignorancia, autodeterminación-invasión estratégica…

Hasta aquí he expuesto, dispersos, algunos de mis puntos de vista. Con seguridad habrá en ellos una serie de imperfecciones que deberán ser rectificadas y reflexionadas con mayor detenimiento y para ello confío en que el profesor López Noriega pueda esclarecer mejor con su conocimiento mis innumerables tanteos que a lo largo de esta breve exposición no han sabido dar una respuesta definitiva a una demostración que se proponía sacar a la luz el dato eludido y que en algunos momentos ha sido mencionado solo de soslayo…