RAÚL ZURITA [ Santiago de Chile 1950 ]

Créditos: https://chiletoday.cl

« Vivo in un paese che non ha restituito i cadaveri; nessuno ha restituito alla sposa il corpo del suo sposo, al bambino piccolo il corpo del suo padre, all’anziano il cadavere di suo figlio, e fu la grande poesia cilena, erede di Pablo Neruda, Pablo de Rokha, di Gabriela Mistral, di Vicente Huidobro, di Violeta Parra, di Víctor Jara, che, attraversando quegli anni terribili, dovette discendere all’asperità della terra, al deserto, alla bocca dei culcani, alle schiume del mare che accolsero quei resti, per fare gli onori, in nome di un popolo che non poteva farlo, alle esequie degli assenti, celebrare le loro vite e seppellire nelle tombe del linguaggio ciò che i vivi dovevano aver sepolto nelle tombe dei morti. Non ci sono limiti all’orrore umano, non esistono parole per descrivere l’orrore assoluto, per far comprendere l’istante esatto in cui un corpo torturato fino a un momento prima, diventa il corpo di un desaparecido, non abbiamo concetti per immaginare che domande, che ricordi sono quelli che assalgono un uomo in quell’estremo mostruoso in cui sta morendo. Non esistono quelle parole, né mai esisteranno e per questa stessa ragione, per il fatto di non esistere, nostro dovere è gridarle con forza ancora maggiore. Perché il fatto è che non si uccide un essere umano una sola volta, lo si uccide infinite volte, lo si continua a uccidere molte volte e mille ancora in ogni luogo della terra. Questo è ciò che implica far parte dell’umanità. Ogni assassinio è un genocidio e, se possiamo parlare di diritti umani è perché uno dei fatti più chiari dell’essere vivi è che le conseguenze delle azioni individuali non scappano mai dalla loro dimensione collettiva e che le azioni collettive hanno sempre una soluzione individuale ».

Raúl Zurita

dal libro di Raúl Zurita, González y Los Aistentes, Desiertos de amor / Deserti d’amore, Squilibri editore, 2018.

POEMA DE AMOR


Y aún no amanece y no puedo parar
de llorar; dellorar primero por ti
que te enamoraste de un viejo concettiParkinson, y después llorar por las
que me tomaron de los brazos para
que no me fuera y yo también
lloraba como cuando era niño pero
igual me fui viejo culeado que no te
dio ni la pana ni para matarte y siempre
optaste por ti egoísta de mierda viejo
conchadetumadre paloma arrancá,
arrancá palomita que no te conviene

                                                                                                   Corte. Y entonces

Y aún no amanece y estás despierta
o durmiendo, pero me llamas entre sueños pensando que quizás he
salido. Esa vez me había tomado
del abrigo reteniéndome y el mayor, de poco más de dos años,
también
me tomaba de los pantalones y se
reía porque creyó que jugábamos y 
después lloró.
Miro y estás entre las sombras. Han
pasado treinta y cuatro años. Él se
ríe sujetándome de los pantalones
y es tan pequeño, es tan pequeñito.


                                                                                                    Corte. Y entonces

Y aún no amanece y yo siento mis
lágrimas correr por mi cara y son
como cuchillos cartoneros las
lágrimas cortándome la cara. Me
hiero y me desangro y mi sangre
está repartida por todas partes
como si me carnearan. Sobre
todas las cosas, en todas las cosas
y yo no puedo, no tengo corazón,
no tengo fuerzas, no tengo valentía.
No es nada ¿Sabes?
                              Duerme
entonces niño, que el mar duerma,
que la inmensa desventura duerma.

                                                                                                    Corte. Y entonces

FELLATIO



Y riéndose, nuesros captores nos
decían, cantennos ahora
unas cancioncitas
de Víctor Jara o del Quilapayún…
y hecos pedazos les respondíamos
en los estadios chilenos:
jamás cantaremos cantos del señor
en las malditas cárceles de Babilón.

Al que se mueva le aceito el culo a ballonetazos
la puta que los parió.
La arenisca del suelo se me entraba en la boca
y se escuchaban voces por los altoparlantes.
De pronto tocaron la canción nacional.
Esta es la canción nacional de Chile no de Cuba
mierdas gritó, mientras me levantaba a patadas.
El viento me dio en la cara y vi a los otros.
La bandera se iba elevando al frente: pensé,
solo es un trapo, pero no era un buen momento
para discutirlo. Canté la canción nacional y quise
que no se acabara nunca.
Cuando terminó nos taparon la cara con nuestros
propios sacos y nos hicieron correr entre
dos filas de soldados.
Mientras caía se me desprendió el saco y vi el ultimo
culatazo.

La punta de la culata me rompió los dientes
y penetró en mi boca, la vi mientras se venía y luego
el resplandor del golpe.
Mi amiga se la chupaba a un amigo y fue duro.
Amargas fellatio las del amanecer.

DESIERTOS DE AMOR (2)




Fue el tormento, los golpes, y en pedazos nos rompimos. Yo alcancé a oírte pero la luz se iba. Te busqué entre los destrozados, hablé contigo. Tus restos me miraron y no te abracé. Todo acabó. No queda nada. Pero muerta te amo y nos amamos aunque esto nadie pueda entenderlo.

Sí, sí, miles de cruces llenaban hasta el fin del campo.
Llegué desde los sitios m ás lejanos, con toneladas de cerveza aden-
tro y
ganas de desaguar.
Así que llegué a los viejos galpones de concreto.
De cerca eran cuarteles abovedados, con sus vidrios rotos y olor a 
pichí,
semen, sangre y moco hedían.
Vi gente desgreñada, hombres picoteados de viruela y miles de cru-
ces en la
nevera, oh sí, oh sí.
Moviendo las piernas a esos podridos tíos invoqué.
Todo se había borrado menos los malditos galpones.
Rey un perverso de la cintura quiso tomarme, pero aymara el nú-
mero de
mi guardián puse sobre el pasto y huyó.
Después me vendaron la vista. Vi a la Virgen, vi a Jesús, vi a mi madre
despellejándome a golpes.
En la oscuridad te busqué, pero nada pueden ver los chicos lindos
bajo la
venda de los ojos.
Yo vi a la Virgen vi a Satán y el señor K.
Todo estaba seco frente alos nichos de concreto.
El teniente dijo “vamos”, pero yo busco y lloré por mi muchacho.
- Ay amor.
Maldición, dijo el teniente, vamos a colorear un poco.
Murió mi chica, murió mi chico, desaparecieron todos.
                                     Desiertos de amor.

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