ANTONIO GALA [ Córdoba 1936 ]

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Los versos de este compositor, cuya palabra e imagen pertenecen a la más fecunda tradición poética hispana, han atravesado los umbrales de la tradición arabigoandaluza, así como los del Siglo de Oro, hasta llegar a los contemporáneos, tales como Cernuda, Lorca y Alberti. Antonio Gala ha escrito muchos versos durante su larga vida, mezclando y tejiendo una urdimbre, una trama, un recorrido absolutamente personal en su lírica.

3


Es hora ya de levantar el vuelo,
corazón, dócil ave migratoria.
Se ha terminado tu presente historia,
y otra escribe sus trazos por el cielo.

No hay tiempo de sentir el desconsuelo;
sigue la vida, urgente y transitoria.
Muda la meta de su trayectoria,
y rasga del mañana el hondo velo.

Si el sentimiento, más desobediente,
se niega al natural imperativo,
álzate, tú, versátil y valiente.

Tu oficio es cotidiano y decisivo:
mientras alumbre el sol, serás ardiente;
mientras dure la vida, estarás vivo.









8


Como en la trampa cae la alegre caza,
caí en tus brazos, donde me debato.
Ni de quedr, ni de escaparme trato
de esta red que me ahoga y que me abraza.

Fuera, la libertad con su amenaza;
aquí, el seguro fin tajante y grato.
Fácil es desatar, y no desato,
el dulce nudo que mi muerte aplaza.

Sumisamente inclino la vabeza
no sé si para el golpe o para el beo,
no sé si para el gozo o la tristeza.

Pero, si llega el día del regreso,
pues que caí en la trampa por torpeza,
no quiero liberarme de ella ileso.









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                                                                             Trinidad

Quien urge aquí es la vida, no la inmortalidad:
la vida, breve y rápida,
con sus manos de arena.
Nos llama desde verdes palmas,
desde el amr incitante,
desde las nalgas prietas y las negras pupilas.
«Ahora», nos dice, y tiende
su copa de ron claro
llena de ritmo y ansia.
Quien urge aquí es la vida, no el amor.
                                                                                  Y fugaces
las caricias espesas,
el recíproco gozo
efímero y caliente,
la común aventura de la carne
bajo el árbol en flor.
Entre el aire impaciente,
bajo la sorda y muda tutela de los cielos,
quien urge aquí es la vida.





Antonio Gala, poemas de amor, Editorial Planeta, 1997.

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