MANUEL VILAS [ Barbastro – Huesca – 1962 ]

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La poesía española de los últimos tiempos ha experimentado profundas transformaciones, sea de carácter estilístico sea a nivel de contenidos. La tendencia que más sobresale es la presencia de una subjetividad en estado de luto. En otras palabras, no se trata más de una poesía con rasgos de empeño político, muy en voga en los años del régimen y posteriormente, sino que más bien lo que se observa es el tránsito de un sujeto militante que se apropia de las riendas de su historia individual y colectiva a otro que presencia y vive en su propria piel el naufragio de ese sueño. Otra característica dominante de esta poesía es la marcada narrativización de lo poético. Hay un regreso a lo discursivo que afecta el estatus del sujeto, siempre presente, aunque ahora multiplicado y no necesariamente sobrepuesto al yo que escribe. El autor tiende más bien hacia una transfiguración bajo forma de personaje de una historia. Si en el pasado reciente el concepto de “generación” estaba prevalentemente ligado al de una estética del cambio, los escritores del siglo XXI se distinguen, sobre todo, por la heterogeneidad de las posiciones individuales, rasgo que los identifica como una no-generación. De hecho, Manuel Vilas pertenece a esta categoría de escritores. En su producción poética destaca el empleo de un estilo claro y expresivo, muy parecido al de otro poeta a él contemporáneo, como lo fue Roberto Bolaño. Sin embargo, a diferencia de este último, Vilas se manifiesta como el personaje principal de sus textos. Esto es debido a que en su escritura hay abundante espacio para los recuerdos y experiencias de vida personales con los cuales ironiza. Otro rasgo que lo caracteriza de manera muy peculiar se refiere, sobre todo, a la presencia de personajes comunes de la cultura pop en contextos donde no se espera verlos. La introducción de este efecto de extrañación por parte del escritor produce en el lector una sensación de inescrupulosa iconoclastia. Para el autor este hecho constituye una nueva forma de manifestar su sensibilidad personal, sobre todo de carácter social. Las denuncias no se definen por el odio, ni por la exasperación. Su crítica puede ser interpretada más bien jubilosa, en el sentido que en este autor siempre hay una vena humorística en la que depara al lector  una observación descarada y disoluta de las cosas. Su humor se puede definir como una constante adaptación de lo irónico, según el tema afrontado.

HISTORIA DE UNA CAMARERA


Encima de la cama estoy, sin sueño,
está amaneciendo en Cádiz,
se oyen gaviotas trayendo el nuevo día,
que yo no sé si viviré,
porque tengo ganas de morir,
y llaman a la puerta,
y es el servicio de habitaciones,
que me trae un desayuno delicioso:
pruebo un poco de todo,
y he salido desnudo a recibir mi bandeja,
y una camarera veinteañera se ha ruborizado,
es la playa y el mar,
le he dicho con acento francés,
fingiendo ser un turista,
y ella iba tan guapa con su bata azul,
y tan limpia y tan mona,
y cómo se notaba lo bien que había dormido;
ven, pasa, le he dicho, enséñame el color de tus bragas
y te daré diez billetes, sólo quiero saber
de qué color son y tal vez si están ya un poco viejas,
cuánto te pagan en el hotel,
enséñamelas,
y luego te dejaré mi cartera
y coges lo que te dé la gana.
Está bueno el café, el cruasán lleva miel
y las frutas están maduras,
y ella ha puesto una pierna sobre la silla
y se ha subido la falda y no llevaba bragas,
me ha enseñado su culo
pero para qué hacerlo,
para qué acariciar una bestia salvaje como ésta que se
esconde
bajo la apariencia de una inocente camarera,
con ver el capricho de su ausencia de bragas,
su descaro virginal,
su carne dulce y su muslo firme,
el vello suave, ordenado, me basta,
y le he dado un cheque de cien billetes
porque pensaba morirme esta mañana,
pero la sorpresa de que mi camarera
no llevase bragas, mi rojas ni negras ni blancas,
me ha devuelto el interés por la vida,
porque la vida es una inacabable fantasía.

Me despido de ella y le digo lo que el espectro del padre
de Hamlet a su hijo «recuérdame»
y pongo voz grave y teatral,
y ella me sonríe de nuevo,
y se va contenta con su pequeña fortuna.

Y otra vez vuelvo a ser feliz,
y dejo el café con leche y las tostadas
y me pongo ginebra en el vaso del zumo de naranja,
y ya hace calor,
y miro el mar desde la terraza de mi habitación,
y me afeito
y me ducho,
y paseo desnudo por la habitación,
y bebo más,
y me pongo un exquisito traje de verano,
y salgo a la calle.




del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

LA LUZ



Entraba la luz de la tarde, posándose en las pequeñas
botellas
del minibar de la habitación de mi hotel, una luz de
montaña
-estábamos en el hotel más caro de los Alpes-, que traía el
frío
de finales de agosto. Desde la terraza, ponte un jersey si
sales
a la terraza, se podía ver esos pinos enormes, religiosos,
fragmentos
de la carne de un dios inocente, ¿por qué no quieres ver a
nadie,
cabrón antisocial, te pasas los días aquí metido, bebiendo
y mirando los pinos?, me preguntaste, y yo te lo dije
bien claro,
estoy jodidamente muerto, soy sólo un cadáver que viaja
por el mundo, un cabrón de vacaciones eternas, un asaltador
de minibares de hoteles de lujo, un consumidor de
minibotellas,
y sólo me importa esta luz, esta luz que ilumina la
habitación
porque esta luz es lo más misterioso que he visto nunca,
parece como si en ella cupiese la vida que he vivido
y la que no podré vivir, todo mezclado, claro
fantasma.
Tu falda y tus bragas negras estaban en la silla, y tú sentada
en el suelo
bebiendo un gintonic, si no me gustases tanto, dijiste, ven
aquí,
volvamos a la cama, y empecé a comerme tus brazos,
tus manos, tus uñas bien cortadas, y la luz seguía
entrando
y resplandecía en las etiquetas de las pequeñas botellas
del minibar. Eres un guarro, hojodeputa, no me lo hagas así,
eres un guarro, seguías diciendo, pero la luz no se
marchaba nunca.
Y ella que hablaba de su vida y de sus ilusiones,
y su ropa interior esparcida por la habitación,
decentemente esparcida, y quejándose
de que, en vez de salir por ahí, nos quedásemos jodiendo
toda la noche, y luego, colmada, diciéndome eso
de eres un guarro, hijodeputa, te he dicho que no me lo
vuelvas
a hacer así, toda la nmoche llamándome, repitiendo lo
mismo.

Me quedé dormido un rato, me levanté de la cama, desnudo,
fui al minibar, cogí el último botellín y me lo
bebí de un trago,
fui al lavabo y dejé correr el agua hasta que
salió fría,
y luego bebí, u mojé mi boca y mi lengua mucho
tiempo,
tú seguías durmiendo, aún tenía líquidos tuyos por
todo mi cuerpo,
saliva tuya y aguas de tu sexo y de tu boca,
escociéndome,
y la luz ya se había ido, trayendo una paciente
oscuridad.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

MUJERES



No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen
cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillaje y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las
pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

MACDONALD'S


Estoy en el MacDonald's de la Plaza de España de
Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.

Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible,
estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su
mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que
resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo
patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía,
¿no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el trono, allá, allá, en ese trono radiante.

MacDonald´s siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
Por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de
bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo.
Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice "I´m lovin´ it".
Tengo una bota encima de un charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata
comerse el tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.

A mi lado, una niña de veinte años le dice a un tío de
diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él,
un eco negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y dos maricas están enfrente comiéndose
la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y
se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan.
Y se despedazan.

En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.

Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata
la vida,
baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald´s sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.

Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald´s
de la Plaza de España de Zaragoza,
pero no sé qué es.
No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata del suelo,
mis botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada
en señal de muerte.
En MacDonald´s, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

ORACIÓN




El vacío general de todas las cosas.

La ingravidez de la democracia, la ingravidez
de los parlamentos europeos,
el laico vacío de los edificios públicos.

El vacío de la entrega del premio Cervantes a ancianos
noqueados.
La ingravidez de la concesión del premio Nobel
a ancianos que escribiern en inglés igualmente
noqueados.

La ingravidez del capitalismo: la severa vanidad
de un automóvil, de un edificio, de unos zapatos
nuevos.

El frío ante todas las artes dela Historia.

El vacío en las reuniones del G-8, legislando
sobre la nada y sobre los pobres y los enfermos.

La ingravidez de los Rolling Stones, una vez acabado
el concierto la gente regresa a pisos escuálidos en
transporte público,
en ordenadas y cívicas ciudades occidentales.

El vacío de la riqueza, su funesta materia inorgánica.
La ingravidez de la ONU.

El frío de la ancianidad de Margaret Thatcher.

La insignificancia de España.

El vacío de los océanos.

El frío en las visceras de los Reyes y de los Presidentes de
todas las Repúblicas.

La ingravidez de las habitaciones de los hoteles de lujo.

El frío del alcoholismo, la última luz del mundo.

La insignificancia del Central Park, en Nueva York.

El vacío de las Navidades.

La insignificancia de Francia.

La ingravidez de la Unión Europea.

El vacío de los salarios del universo.

La ingravidez en la venta y en la compra.

La insignificancia de los libros de Historia.

La ingravidez de las calles
de todas las ciudades del planeta.

El vacío de la enfermedad.

La insignificancia de los mejores hospitales
estadounidenses.

El frío de la disfunsión eréctil, el vacío de la sequedad
vaginal.

La ingravidez del cáncer de colon.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

EL TERROR



Mucha gente se queda sola en la vida.
Están en sus pisos, viendo pasar las estaciones.

Algo falló, algo salió mal.

En los estíos,
salen a las pequeñas terrazas
de sus pisos
con sus hipotecas ya pagadas
finalmente,
y eso les da un brillo en los ojos.

Envejecen.
No son mayores, cincuenta años tal vez.
Cincuenta y dos, o cuarenta y nueve,
qué más da
cuando se está solo
y se sabe que se estará así ya para siempre,
como un parado de larga duración.

El pacto con la soledad está funcionando,
se dicen mientras miran las farolas a lo lejos
y los coches pasando por debajo.

Mirar farolas es amor también.

Contarlas es más amor aún.

A veces recuerdan y esa es una noche de insomnio.

Las pastillas, la televisión, el móvil, la cartera, un
   libro
en la mesilla, la luz del baño, pálida, absurda,
y la memoria convertida en el Terror.

Buenas noches, Terror.
Deja que te bese como si fueras mi marido;
eres lo único que tengo, my darling.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

QUINIENTOS AÑOS DE SOLEDAD



En el mes de juniodel año de 2017
el gobierno español
hizo público un dato estadístico:
en España ya había más defunciones
que nacimientos.

Más cadáveres que niños.

Somos fin de raza.

Raza de gandules, ya ni prodreáis.

El último que queme Las Meninas,
para que se olvide todo.

El último que queme al rey de España,
y que con él ardan
estos quinientos de soledad.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

A LORCA, CON UNAS HAMBURGUESAS



Hoy los artistas disfrutan de sus éxitos.
El poco rato que estuviste vivo se hizo leyenda,
de la que no puedes saber, y menos gozar.

Hoy tendrías un Mercedes a la puerta
de tu casa de Granada.

Leerías poemas en el Instituto Cervantes
de Nueva York, de París, de Roma y de Moscú.

La cólera de España te acompaña.

La cólera de España te hizo célebre
en mitad de la cólera del mundo.

Nada de lo que digamos a ti llegará jamás.

Mi vida es más importante que la tuya
porque la vida es biología presente
y no legajos polvorientos del pasado.

Hace ochenta años te fusilaron.

A mú no pueden fusilarme.

Lo siento hermano, te fue mal
en lo único que importa: la vida.

La vida: esta hamburguesa barata y buena
que me como en el MacDonald's
de la Gran Vía madrileña,
mientras mi chica me revuelve el pelo,
acaricia mis manos y nos reímos
de la poesía, del tiempo y de la historia.

Mi chica y yo cumpliremos noventa años.

Y tú te fuiste con treinta y ocho.

Eso es todo, hermano mío.



del libro: Manuel Vilas, Amor, edición italiana de Ugo Guanda Editore, 2021.

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